Iglesia de los Santos Juanes (Bilbao)
Arquitecto:
Padre Ramírez (trazado), Manuel Ceballos y Mateo del Río (crucero y cabecera) y
Francisco de Elorriaga (cubiertas, bóvedas y cúpula).
Hasta
el siglo XVIII fue la iglesia del Colegio de San Andrés, regido por los
jesuitas.
La iglesia
de los Santos Juanes (San Juan Bautista y San Juan Evangelista) de Bilbao está construida
en estilo barroco clasicista en el siglo XVII (1622).
Se
sitúa, actualmente, haciendo esquina entre las calles Ronda y la Cruz, aunque, al parecer, en el pasado,
estuvo situada en Atxuri, cerca del puente e iglesia de San Antón, como capilla
aneja al antiguo hospital de los Santos Juanes, y destinada a los oficios de enterramiento para
los enfermos que allí fallecían, muchos de ellos peregrinos del camino de
Santiago, que cruzaban la villa de Bilbao en su tránsito hacia Compostela.
Esta
pequeña capilla se convertiría, con el tiempo, en parroquia, la tercera de
Bilbao (hacia el último cuarto del siglo XV).
Se
tiene muy poca información sobre el viejo templo de los Santos Juanes, de un
estilo sin definir, pero cercano al gótico imperante en ese momento.
Debió
ser una estructura sobria y modesta, de una sola nave. En la cabecera un presbiterio elevado al que se accedía
mediante gradas y en él, el altar mayor con retablo dedicado a San Juan
Bautista.
A
los lados el altar del Santísimo Cristo de la Villa de Bilbao, en el lado del
evangelio, y el de Nuestra Señora de la Soledad en el lado de la epístola.
En
el centro de la nave había dos capillas, la de Santa Isabel y la de San Juan
Evangelista. Diversas sepulturas se hallaban alineadas a lo largo de los muros,
lo mismo que bajo las losas de la nave central.
En
esta vieja iglesia de los Santos Juanes se fundó, en 1554, la Cofradía de la
Vera Cruz, que realizaba funciones asistenciales hacia los necesitados, siendo
la más antigua de Bilbao y propietaria de algunas de las obras más relevantes
del patrimonio religioso que, hoy en día, se conservan en esta iglesia.
Muy afectada por desbordamientos e inundaciones de la ría, el edificio se
fue deteriorando progresivamente y hacia 1740 se cerró al culto. Siendo, más
tarde, trasladada la parroquia a la ubicación de la actual iglesia de los
Santos Juanes.
Y es que gracias a varias
donaciones de personajes importantes de la villa, los jesuitas, a comienzos del
siglo XVII, promovieron la construcción del colegio de San Andrés.
Claustro actual |
El Colegio se
articulaban en torno al Claustro, elemento sobrio y austero formado por cuatro
crujías, y tres alturas, destinadas a las instalaciones propias de una
institución de enseñanza. Anexo a él se proyectó la construcción de una nueva
iglesia, de Juan Real, que se levantó en los terrenos actuales como capilla del
colegio.
En 1662 se inician las
obras, según los planos iniciales, obra del jesuita Padre Ramírez y veinte años
más tarde se terminaba la parte de la cabecera, excluido el crucero que, junto
a la capilla Mayor, fue llevado a cabo en 1673 por los canteros montañeses
Manuel Ceballos y Mateo del Río.
Vista aérea: iglesia, claustro y museo |
Con la expulsión de los
jesuitas en 1767 por la Orden de Carlos III las instalaciones del colegio de
San Andrés, ubicado en el actual Portal de Zamudio, pasan a manos de la Corona
y en 1769 y a petición del ayuntamiento de Bilbao, como patrono de las iglesias
parroquiales bilbaínas, se autoriza el traslado de la Parroquia de los Santos
Juanes, entonces sita en Atxuri y en estado ruinoso, a la Iglesia del Colegio
de San Andrés, traslado que se hace efectivo a finales del año 1770.
Museo Arqueológico |
Con el tiempo el Colegio y
la Iglesia fueron separados por un muro, cerrando las comunicaciones entre
ambos edificios. Y dedicándose el
primero a Santa Casa de Misericordia y posteriormente Museo Etnológico de
Bilbao y el segundo a sede de la parroquia de los Santos Juanes.
En 1874, con motivo de los
enfrentamientos carlistas el edificio sufre los efectos de las bombas, siendo
necesaria la restauración de los elementos afectados.
A mediados del siglo XX,
en 1963, mediante una reforma se modificó el planteamiento original de edificio
cruciforme con nave central, crucero, capillas bajas laterales y tribuna sobre
éstas y se decide ampliar el recinto interior derribando los muros que
separaban las capillas bajas, que estaban comunicadas con la amplia nave
central, convirtiéndolas en naves laterales para facilitar el tránsito. Debido
a esto, hoy muestra tres naves. Lo que
no se alteró fue la característica tribuna adintelada que asoma a la nave
central por encima de las capillas y que enlaza el coro con el crucero y la
cabecera.
En 1983, tras las
inundaciones fue preciso realizar una importante labor de restauración tras los
destrozos ocasionados.
La Iglesia de los Santos
Juanes actual podemos adscribirla al estilo barroco clasicista sobrio y con
elementos renacentistas, como heredera de los modelos jesuíticos que utilizaban
como referente la Iglesia de "Il Gesú" de Roma, organizada según el
modelo basilical, esto es, dividida en tres naves, la central más alta que las
dos laterales, que también son más estrechas.
En el exterior, también, encontramos
esa referencia a la iglesia madre de la Compañía de Jesús, Il Gesú, al estar
estructurada en tres calles. Con una calle central, doble de ancha y de alta
que las laterales y que enlaza con ellas mediante dos alerones cóncavos. El
cuerpo bajo es más ancho que el superior porque tiene la amplitud de las tres
naves, mientras que le superior sólo adquiere la anchura de la nave central.
La fachada del lado del
evangelio aparece adosado a lo que hoy en día es el edificio que acoge al museo
etnológico de Bilbao. La calle central, a nivel
inferior, está ocupada por la entrada mediante una puerta de madera con
tracería de moderna ejecución bajo una bovedilla de cañón originada por el arco
de medio punto que la enmarca y que está
ubicado entre dos pares de semicolumnas toscanas que, a su vez, sostienen un
entablamento clásico de orden dórico con arquitrabe compuesto de dos
platabandas, el friso con triglifos y
metopas, y un frontón triangular, que inscribe un espejo, adornado con cinco
pináculos de dado y bola.
Ya en el
cuerpo superior se repite el esquema,
pero sustituyendo las semicolumnas por pilastras mientras que el hueco de la
entrada es sustituido por una ventana adintelada con frontón semicircular y
escoltada por dos escudos: el original, del financiador del edificio Domingo de
Gorgolla a la derecha, y el de los Borbones a la izquierda, probablemente
sustituto de otro anterior. El remate
final repite las formas del frontón del acceso, recto y ornado con pináculos.
Las calles laterales,
están coronadas por pináculos piramidales acabados en bola, y doble vano
superpuesto, rectangular, adintelado y
dovelado en cada calle que da luz a los tramos posteriores de las capillas
bajas y las tribunas. Aunque los puntos de luz más importantes son las ventanas
semicirculares con dos parteluces que se abren en el lado sur del crucero y por
encima de las tribunas. La cara norte del templo es ciega al llevar adosado por
ese lado el claustro de San Andrés que forma parte del Museo
Arqueológico, Etnográfico e Histórico Vasco.
Planta de los Santos Juanes |
En cuanto a su forma, en
planta, es de cruz latina con un corto transepto que no sobresale de la planta
inscrita en un rectángulo y en el que encontramos, en el lado de la epístola,
un enorme ventanal semicircular con dos parteluces. Se articula en tres tramos
a los que se abren otras tantas capillas por cada lado, comunicadas por
pequeños pasillos.
El ábside rectangular y
profundo guarda un retablo característico barroco y el crucero se cubre con una
cúpula muy rebajada y ciega, adornada con escamas radiales sobre el crucero y
en el centro con el cordero Pascual.
Los arcos estructurales
que generan las pechinas sobre las que se asienta la cornisa-base aparecen
adornados con casetones que tienen su continuidad en la parte superior de las
naves laterales y a lo largo de todo el perímetro de la iglesia.
Dicha cúpula, realizada
a partir de 1675 por el albañil Francisco
Elorriaga, aparece sostenida por cuatro pechinas adornadas con óleos del siglo
XVII que representan imágenes de los santos jesuitas: San Ignacio de Loyola,
San Francisco Javier, San Francisco de Borja y San Luis Gonzaga. Los arcos
torales a diferencia de los formeros laterales están adornados con casetones.
Sobre las naves laterales,
que fueron generadas por la unión de las capillas laterales independientes, se
instala a modo de galería una tribuna perimetral que imprime unidad al conjunto
y que enlaza el coro, situado a los pies de la iglesia sobre un arco escarzano,
y que da cobijo a la puerta oeste, con el crucero, donde se convierte en una
balconada, y continúa por la cabecera.
Al parecer existió, hoy en
día tapiada, otra entrada lateral a los pies de la iglesia en la calle Ronda,
de clara estructura neoclásica: adintelada con frontón triangular…
Son unos rotundos pilares
toscanos los que separan los tres tramos de la nave central y entre los que se
abren arcos de medio punto que generan los arcos formeros que dan soporte a esa tribuna perimetral
superior que recorre las naves laterales.
En cuanto al mobiliario de
la iglesia, podemos decir que se compone de una serie de retablos barrocos de
dimensiones medianas y acabado semicircular que presiden las capillas
devocionales correspondientes, ubicadas en las naves laterales.
Retablo Mayor |
Amén del de la Capilla
Mayor, dedicado a San Juan Bautista y de estilo churrigueresco, el conjunto
está formado por ocho retablos.
Originalmente, cuando era
el colegio de San Andrés, presentaba un
programa iconográfico acorde con los postulados de la orden, esto es: la
gloria de Dios y la exaltación de la propia orden a través de sus santos más
representativos. Pero, este programa se vio alterado, cuando se estableció, en
él, la parroquia de los Santos Juanes, en el siglo XVIII.
El actual conjunto es de
un estilo, estructura y proporciones bastante homogéneo, y con una cierta
coherencia a pesar de la distinta
autoría. Autoría distinta, que hace que el estilo de las imágenes y los lienzos
también tengan una cierta uniformidad a pesar de la variedad.
Así encontramos cuatro en
la nave del evangelio y cuatro en la
nave de la epístola. En el lado del evangelio se encuentran los retablos del
Cristo de la Villa, el de la Virgen del Carmen, el de San Luís Gonzaga y el de
San Rafael. En el lado de la epístola están los de la Soledad, el de San Juan
Evangelista, el de San José, y el del Sagrado Corazón.
Todos fueron realizados
entre 1683 y 1747 y están dentro
del estilo barroco. Los más
antiguos se caracterizan por un barroco muy decorado o churrigueresco, mientras
que los realizados a partir de 1740,
en cambio, tienen unas formas más suaves y refinadas y una decoración menos
recargada: es lo que conocemos como rococó.
Comenzando por la entrada,
siguiendo el lado del evangelio, lado norte o septentrional y cada uno en su
correspondiente capilla, encontramos en primer lugar:
Capilla de San Rafael Arcángel con su retablo, en
el segundo tramo de la nave del Evangelio. Es una obra de estilo rococó, donada
por Antonio Mazarredo en 1747, destacado personaje de la sociedad bilbaína.
Rafael, que es uno de los arcángeles,
significa “Dios sana”, y aquí se le representa llevando un pez, símbolo de la
regeneración espiritual y de la vida, con cuya hiel ayudó a Tobías a curar la
ceguera de su suegro.
Lleva además de un bastón,
una prenda de cuero sobre los hombros, llamada esclavina, en referencia a
su condición de caminante y a que es, junto con San Cristóbal, San Roque y
Santiago, uno de los patrones de los peregrinos.
Según la tradición, es el
arcángel más cercano a la humanidad, el que es enviado por Dios para aliviar el
dolor y el sufrimiento.
Realizado en
madera dorada, este retablo de cuerpo y calle única se compone
del banco o predela, donde se encuentra el altar con el sagrario y el cuerpo
central, donde se ubica la única hornacina y donde está la imagen de San
Rafael, titular del retablo, y el remate del ático semicircular.
La talla de San Rafael, es
una talla de calidad, que llama la atención por su expresivo rostro, el
movimiento de sus ropajes y su cuidada policromía.
Todo él se encuentra
profusamente ornamentado con una decoración de formas suaves y refinadas,
propias del rococó como son las rocallas, mezcla de conchas marinas irregulares
y asimétricas, las formas vegetales, las volutas, los jarrones y las cabezas de
angelitos o putti.
Y, sobre todo, el remate del ático en forma de sol,
donde vemos los rayos solares entre las cabecitas de ángeles, como señal del
envío divino.
Si seguimos hacia el altar
nos encontramos, ya en el tercer tramo de esta nave del evangelio con la Capilla de San Luis Gonzaga con su correspondiente
retablo, de gran parecido con la anterior. Su retablo es una obra datada hacia
1700 y está presidido por una talla del santo titular y atribuido a Luis Salvador Carmona.
El retablo es de un solo
cuerpo al igual que el anterior, pero con tres calles. Está hecho en madera
dorada, respondiendo al esquema de los retablos barrocos, esto es, con predela,
donde encontramos la mesa/altar de mármol, el cuerpo con varias calles
separadas por columnas salomónicas profusamente decoradas con motivos
vegetales, y la calle central con la talla de San Luis Gonzaga y el ático.
La talla central data de
1750 y representa a San Luis Gonzaga que fue un noble italiano del siglo XVI
que renunció a su posición social, se
hizo jesuita y se dedicó al cuidado de los enfermos de peste, enfermedad que él
contrajo y de la que murió a los 23 años de edad. Se le suele representar
vestido con el hábito de jesuita y sujetando un crucifijo, al que dirige sus
ojos en actitud de rezar.
Es de destacar la
naturalidad del movimiento de sus ropas y en especial el de las mangas, que se
pliegan delicadamente en el antebrazo. Se le atribuye la autoría a Luis
Salvador Carmona.
Santa Águeda |
Santa Lucía |
Aparece escoltado a su
derecha por el lienzo que representa a Santa Águeda que aparece ricamente
vestida con túnica blanca, signo de virginidad y pureza, y manto rojo, color
del martirio. Dando, así, fe a su leyenda se le representata Luca con una bandeja en la que lleva sus pechos y sujetando
la palma indica que murió como santa y mártir. Y a su izquierda por otro
lienzo, esta vez de Santa Lucía que aparece representada como una mujer joven
con el pelo suelto y ricamente vestida con túnica blanca, signo de virginidad y
pureza, y manto malva. En la mano izquierda lleva una palma, símbolo que indica
que murió como santa y mártir ya que durante su martirio le arrancaron los
ojos, que aquí aparecen sobre una bandeja que sujeta la santa.
Para finalizar encontramos
un ático semicircular con abundante decoración barroca de motivos vegetales
rocallas y pináculos que enmarcan una pintura que representa a los 26 mártires
de Nagasaki, grupo de sacerdotes y laicos que fueron ejecutados mediante crucifixión en
el año 1597 en Nagasaki, Japón, en el marco de la persecución del cristianismo promovida
por el gobierno japonés.
Este retablo fue encargado
en 1694 por el rector del colegio jesuita de San Andrés (actual Santos Juanes).
Para pagarlo, reunió limosnas de personas particulares e instituciones, sobre
todo del ayuntamiento de la villa de Bilbao.
Ya en el crucero, en su
lado izquierdo nos encontramos con la capilla de la Virgen del Carmen, con un retablo que data de 1693, siendo obra
de Santiago de Castaños. Originalmente estuvo dedicado a San Ignacio de Loyola,
fundador de la Compañía de Jesús. Pero, en 1770, cuando la iglesia dejó de pertenecer a los
jesuitas y pasó a ser una más de las parroquias bilbaínas, se retiró la imagen
principal y años más tarde se cambió su advocación dedicándose a la Virgen del
Carmen.
El retablo que la preside
es un retablo de un único cuerpo con tres calles y realizado en madera dorada con el esquema habitual de los retablos barrocos.
Cuenta con zócalo, banco o
predela con mesa de altar de
mármol adosada; un cuerpo central de tres calles divididas mediante columnas
salomónicas, con abundante decoración de
motivos vegetales.
Con una calle central desde donde preside la capilla una talla de la Virgen del Carmen realizada en el siglo
XIX, y que representa a la Virgen
María de pie, sobre una peana en forma de nube con cabezas de ángeles que
levantan sus ojos para mirarla.
Aparece coronada y sostiene en su brazo
izquierdo al Niño Jesús. En su mano derecha
sujetaba un escapulario, hoy perdido, y que, junto con el hábito carmelita que
viste, permite identificar la escultura como la Virgen del Carmen.
La Virgen del Carmen, en
una de sus apariciones, según la tradición, entregó al superior general de la
orden, los hábitos que debían vestir y un escapulario, con la promesa de que
libraría del Purgatorio y llevaría al Cielo a todas las personas que llevaran
un escapulario durante toda su vida, por lo que se convirtió en el principal
signo de los carmelitas.
En las calles laterales
encontramos dos pinturas que representan a San Joaquín, padre de la Virgen, a
su derecha y al que se le representa
como un anciano de larga barba blanca que viste túnica verde y lleva
sobre los hombros una rica capa roja. Y Santa Ana, a su izquierda, madre de la
virgen, y a la que se representa como una mujer madura, con la cabeza cubierta
con una toca y llevando sobre sus hombre un manto ocre que contrasta con la túnica
roja del interior.
También en el lado
izquierdo del crucero, encontramos la
capilla de la Vera Cruz con un retablo en el que destaca la talla del Santo
Cristo de la Villa, realizada hacia 1500, de estilo hispano-flamenco, la más
antigua del templo y
que conocemos con el nombre del Retablo
del Santo Cristo del Humilladero.
Durante siglos esta imagen estuvo en el
desaparecido Humilladero de Bilbao situado en Uribarri, donde ahora está la
Calle del Cristo.
El Santo Cristo es uno de los títulos
que dan los cristianos a Jesús de Nazaret, que lo identifica como el salvador
de la humanidad y que según la doctrina cristiana es a través de la muerte de
Cristo en la cruz como llega el perdón de los pecados y, por tanto, se abre
para las personas creyentes el acceso a la vida eterna, es decir, la salvación.
Este retablo, de hechura manierista, fue encargado en 1696 por la cofradía de la
Vera Cruz, la más antigua de todas las existentes en Bilbao (su fundación data
de 1553) para hacer resaltar la imagen de su santo patrón, conocida como Cristo
de la villa y realizada seguramente a la vez que se funda la cofradía.
La mazonería y la
policromía son posteriores y se encargó a dos arquitectos al bilbaíno, José de
Egusquiza, y al navarro José de Munárriz. La obra, que costó 1.550
reales, estuvo en origen en la iglesia de los Santos Juanes de Atxuri, ya
desaparecida, y fue trasladado aquí en 1770, cuando la iglesia de San Andrés
dejó de pertenecer a los jesuitas y pasó a ser una más de las parroquias
bilbaínas, tomando el nombre de la desaparecida iglesia atxuriarra.
Siguiendo la tendencia barroca aparecen
combinados en el retablo pintura y escultura, así, mientras la imagen principal
es una escultura, corona el retablo un lienzo de formato rectangular.
Este retablo, al
igual que los otros, es de cuerpo único realizado en madera dorada con un
esquema típico de los retablos barrocos: banco o predela con mesa de altar, el
cuerpo central con la imagen del Cristo de la Villa rodeada por cuatro columnas
salomónicas (de fuste retorcido) muy decoradas con motivos vegetales y rematado
por un
ático semicircular, con un cuadro
de formato rectangular de la Magdalena
enmarcado por una decoración de roleos,
es decir, formas vegetales enroscadas formando una espiral.
Detalle del Cristo |
En cuanto a la imagen del
Cristo de la Villa se le atribuye al
escultor Juan de Beaugrant, uno de los artistas más importantes del Renacimiento en Bizkaia y que
perteneció a la Cofradía de la Vera Cruz.
Es de destacar la
descarnada naturalidad con la que se representa la figura de Jesucristo muerto,
con la cabeza inclinada y sangrando por las heridas de sus manos, pies y
costado, con una cuidada policromía que resalta aún más ese naturalismo. Además
de su rostro, llama la atención la impresionante corona de espinas, así como la
destreza con que se tallan sus cabellos y los pliegues del paño de pureza.
Esta
escultura es sacada en procesión por la cofradía de la Vera Cruz el miércoles y
el Viernes Santo. Además, recibe culto propio el 3 de mayo,
día en que el ayuntamiento de Bilbao pide al Cristo que proteja a la villa.
Sobre ella, cerrando el
ático, vemos un lienzo con la imagen de Santa María Magdalena, una de las mujeres que,
según los evangelios, siguió a Jesús de Nazaret en su predicación y que estuvo
al pie de la cruz en el monte Calvario.
La santa aparece en
actitud doliente, con las manos juntas y el rostro triste, reforzando la idea
de la muerte de Cristo en la cruz, pero también la de su Resurrección, ya que
fue precisamente a María Magdalena a la primera persona a la que se apareció
Jesús resucitado.
En el costado izquierdo
del presbiterio hay una pequeña Piedad del siglo XVIII, réplica de la existente
en la parroquia de San Nicolás de Bari, y una
Cruz de plata, metal blanco y esmaltes de estilo neorrenacentista salida de los
Talleres Granda en 1940. Esta pieza de orfebrería incorpora un relicario de la
Vera Cruz de factura anterior, de mediados del XIX.
Sobre el paso a la
Sacristía cuelga un lienzo de fines del XVI de la Visitación de la Virgen a
Santa Isabel, procedente de aquella primitiva iglesia de los Santos Juanes
ubicada en Atxuri.
Pasemos a la Capilla Mayor con un excelente
retablo de estilo churrigueresco, caracterizado por su recargada decoración,
compuesta de columnas salomónicas, estípites, abundante decoración vegetal y rocalla.
La ejecución de este retablo se llevó a cabo entre 1683 y 1689 y para sufragar su construcción, la cofradía
de la Vera Cruz recogió durante seis años las limosnas que depositaban
particulares e instituciones.
Realizado en madera
dorada, su estructura, mazonería, se adapta al presbiterio y consta de dos
cuerpos con tres calles (este tipo de retablo se conoce con el nombre de tipo
fachada) enmarcadas por columnas salomónicas, que en la zona atical, las dos
centrales, se convierten en estípites (columna troncopiramidal invertida)
que soportan el cierre semicircular del ático, que, a su vez, está decorado con
gran cantidad de formas vegetales y jarrones.
En el centro del banco,
detrás del altar y ocupando, también, el primer cuerpo del retablo encontramos
el sagrario, que, como se puede apreciar con claridad, no corresponde al estilo
del resto del retablo; se trata de una pieza realizada en el siglo XIX en
estilo neoclásico, con forma de templete circular rodeado de columnas y
cubierto por cúpula con remate en forma de cruz.
Siguiendo el modelo de los
retablos barrocos en su composición se alternan esculturas, generalmente en la
calle central y pinturas, en las calles laterales y ático.
En este caso, el retablo,
contiene seis lienzos, cuatro en las calles laterales y dos en el ático.
S. Ignacio de Loyola |
S. Francisco Javier |
Y San Francisco
Javier, estrecho colaborador de Ignacio de Loyola. El santo levanta los ojos al
cielo en los que se ven, también, las letras IHS, símbolo del nombre de Jesús,
bajo las que aparecen los clavos de Cristo. Lleva en su mano izquierda un ramo
de lirios blancos y un bastón o báculo que lo identifica como santo misionero
(realizó su labor misionera sobre todo en Japón e India).
S. Pedro |
S. Pablo |
El
de San Pablo, a la izquierda, también es
copia de un cuadro barroco del pintor José de Ribera. Aquí aparece representado con la espada, símbolo
de su muerte por decapitación, y el libro, referencia al texto de los Hechos de
los Apóstoles y las catorce cartas que escribió.
S. Agustín |
En este lienzo se
representa una leyenda medieval según la cual San Agustín paseaba por la orilla
del mar, junto a la playa, dando vueltas en su cabeza a muchas de las doctrinas
sobre la realidad de Dios, una de ellas la doctrina de la Trinidad. De pronto, al alzar la vista ve a un hermoso niño, que está jugando en la
arena. Lo observa más de cerca y ve que el niño corre hacia el mar, llena el
cubo de agua del mar, y vuelve donde estaba antes y vacía el agua en un hoyo.
El niño hace esto una y otra vez, hasta que Agustín, sumido en una gran
curiosidad, se acerca al niño y le pregunta: «¿Qué haces?» Y el niño le
responde: «Estoy sacando toda el agua del mar y la voy a poner en este hoyo». Y San Agustín dice: «¡Pero, eso es imposible!». A lo que el niño le respondió:
«Más difícil es que llegues a entender el misterio de la Santísima Trinidad».
Sto. Domingo de Guzmán |
Y Santo Domingo de Guzmán,
fundador de la orden de los dominicos, que en este lienzo aparece arrodillado,
como si estuviera rezando, y sujeta unas azucenas, símbolo de la perfecta
castidad que guardó toda su vida. Lo acompaña un perro negro y blanco (colores
que adoptarían los dominicos en su hábito) con una antorcha encendida en la
boca: representa el celo con que esta orden defendía los asuntos de la Iglesia
Católica y que les valió el apelativo de Domini canes, es decir, “perros del
Señor”. A sus pies aparece una gran esfera coronada por una cruz, símbolo del
triunfo del cristianismo en el mundo y triunfo al que los dominicos, como orden
de predicadores, habrían contribuido.
S. Juan Bautista |
También vemos en el
retablo cuatro tallas, la central con la figura de San Juan Bautista, talla de
1780, encerrada en hornacina pintada en blanco y oro
con posible autoría del escultor cántabro Manuel de Acebo.
Aquí aparece representado
como lo describe el Evangelio: como un hombre de pelo y barba desaliñados,
vestido con una piel de camello, en su mano derecha lleva una cruz y aparece
acompañado por un cordero, símbolo de Jesús de Nazaret y su sacrificio en la
cruz. Estos dos símbolos lo identifican como precursor de Cristo, ya que es,
para los cristianos, el último profeta que anunció la llegada del Mesías.
Sobre la hornacina central
y representando a la Trinidad aparecen en pequeño tamaño las figuras del Padre,
a la derecha, representado como un anciano que sujeta la bola del mundo en su
mano izquierda mientras levanta la derecha para bendecir; del Hijo, a la
izquierda, representado como Cristo resucitado, con manto rojo y llevando una
gran cruz y en el centro sobre los rayos solares y entre nubes el Espíritu
Santo en forma de una paloma blanca.
Ya en el Ático y sobre el
conjunto trinitario un San Francisco de Borja de la misma época que el retablo,
esto es finales del siglo XVII. Francisco de Borja fue un noble español del
siglo XVI, que se hizo jesuita y llegó a ser padre general de la Compañía de
Jesús. Fue un gran impulsor de las misiones y de los colegios de los jesuitas.
Pila bautismal |
S. Francisco de Borja |
Aquí se le representa
vestido con un rico hábito negro con decoración a base de filigranas doradas y
en actitud de predicar, mostrando en su mano derecha una custodia con las
letras JHS, signo propio de los jesuitas, y que se repite, sobre los rayos
solares, en el fondo, pintado, del retablo.
Ya en el lado derecho del
presbiterio está el baptisterio, con una pila barroca de mármol negro de
Mañaria con tapa acampanada y dorada (siglo XVIII), y en la pared un óleo del
Bautismo de Jesús de la primera mitad del XVII.
Según avanzamos siguiendo
las manecillas del reloj y ya en el lado derecho del crucero nos encontramos
con la Capilla de la Dolorosa.
El
retablo de la Soledad que contiene fue encargado en
1694 por la cofradía de la Vera Cruz al arquitecto José de Egusquiza, vecino de
Bilbao, quien realizó la estructura o mazonería. Mientras que el dorado del
retablo se le encargó al pintor bilbaíno Ventura de Sugazu.
Este retablo estuvo en
origen en la iglesia de los Santos Juanes de Atxuri, ya desaparecida, y fue
trasladado aquí en 1770, cuando la iglesia de San Andrés dejó de pertenecer a
los jesuitas y pasó a ser una más de las parroquias bilbaínas, tomando el
nombre de la desaparecida iglesia.
Se trata de un
retablo de un solo cuerpo realizado en madera dorada y
con el esquema que ya conocemos de los retablos barrocos, esto es: un zócalo,
banco o predela, un cuerpo central con hornacina en la que se encuentra la
imagen de la advocación, en este caso Nuestra Señora de la Soledad, rodeada de
cuatro columnas salomónicas con su fuste retorcido y una abigarrada decoración
con motivos vegetales: hojas, uvas y un
remate o ático con un cuadro de formato rectangular que representa el Ecce Homo enmarcado por una
decoración de roleos,
es decir, formas vegetales enroscadas formando una espiral.
Preside el retablo una imagen de la Virgen Dolorosa, que se
atribuye al escultor Raimundo Capuz y que fue traída de Madrid.
Según la tradición
católica en la vida de la Virgen María hay siete momentos dolorosos en los que
sufrió por su hijo. La Soledad es el último de
esos siete dolores que la Virgen María sufrió. Dolor que se produce tras el
entierro de Jesús, a quien debe dejar en el sepulcro, quedando así en soledad y
a la espera de su Resurrección.
Por eso se le representa
con manto negro, las manos juntas y crispadas y llorando angustiada por la
muerte de su hijo.
La escultura es una imagen
de las llamadas “de vestir”; es decir, que sólo el rostro y las manos han sido
tallados en madera, mientras que el cuerpo es un simple armazón que queda
cubierto por los ropajes de la figura.
Esta imagen, que es sacada
en procesión por la Cofradía de la Vera Cruz cada Semana Santa.
Está acompañada, en el
ático, por un lienzo del Ecce Homo, pintado por el bilbaíno Martín Amigo siguiendo pautas
de Van Dyck.
Este lienzo muestra a
Jesús de Nazaret en el momento en que, después de ser apresado, azotado y
coronado de espinas, el gobernador romano Poncio Pilato lo presenta a los
judíos para que el pueblo elija si quiere liberarlo o prefiere dejar marchar a
Barrabás. Al señalarlo, Pilatos dijo en latín “ecce homo”, lo que significa “he
aquí al hombre”, expresión que da título a todas las representaciones de este
tipo.
En esta pintura Jesús
aparece con el pecho descubierto, y las manos atadas con cuerda. Viste un manto
de rojo intenso, está coronado de espinas y sujeta en su mano derecha un cetro
de caña. Estos elementos son una burla de los atributos propios de los reyes,
ya que, según los evangelios, después de que Jesús fuera apresado sus captores
lo vistieron así para reírse de él por hacerse llamar rey de los judíos.
También en el lado derecho
del crucero, junto a la anterior capilla y situada enfrente de la capilla de la
Virgen del Carmen nos encontramos con la Capilla
de San Juan Evangelista. En ella reside este excelente retablo, encargado
por el rector del colegio de los jesuitas de San Andrés, hoy Santos Juanes,
hacia 1683, originalmente al igual que la capilla estuvo dedicado a San
Francisco Javier y fue realizado por los arquitectos Juan de Echevarría
como tracista y el bilbaíno Santiago de
Castaños, los mismos que realizaron el
retablo de la Virgen del Carmen.
En 1770, cuando esta
iglesia dejó de pertenecer a los jesuitas se cambió su advocación por la de San
Juan Evangelista. Por lo que, el retablo actual
contiene la talla central de San Juan Evangelista, copia elaborada en el
siglo XVIII.
Al igual que los
precedentes se trata de un retablo de un solo cuerpo, que está realizado en
madera dorada, y responde al esquema habitual de los retablos barrocos.
Está estructurado en un
zócalo o banco con mesa de altar adosada; un cuerpo central de tres calles
divididas mediante columnas salomónicas, y con decoración de motivos vegetales.
En la calle central se
encuentra la imagen principal, San Juan Evangelista representado como un
hombre joven y sin barba que parece estar escribiendo en este momento con la
pluma que sujeta en la mano derecha en el
libro abierto que sostiene en la izquierda, uno de los cuatro
evangelios, mientras eleva los ojos buscando la inspiración divina.
Aparece
acompañado de un águila que es su símbolo representativo y que junto con los
otros tres símbolos, toro, ángel y león, forman el tetramorfo y que rodean al
Pantocrátor en las representaciones medievales.
S. Francisco de Asís |
S. Francisco de Paula |
San Francisco de
Paula que a los 24 años decidió
retirarse a un lugar inaccesible y vivir como un ermitaño dedicado a una vida de recogimiento y
oración. Pronto otros hombres se unieron a él, creándose así la orden de los
ermitaños de fray Francisco de Paula, luego conocida como orden de los Mínimos.
En su parte alta, el
retablo termina en un ático semicircular con una pintura de la Virgen de Begoña
rodeada de una rica decoración barroca a base de florones colgantes (pinjantes), cogollos y roleos.
En cuanto a la policromía,
destaca la pintura de finas líneas sobre el fondo dorado que hay detrás de San
Juan, realizada con una técnica que se llama estofado.
Ya en el tercer tramo de
la nave de la epístola nos encontramos con la capilla de San José donde hay que destacar el retablo de su mismo
nombre y de hechura coetánea con el de la capilla anterior.
El retablo fue encargado
en 1694 por el rector del antiguo colegio jesuita de San Andrés para su
iglesia, iglesia que más tarde se convertiría en la actual iglesia de los
Santos Juanes.
Retablo que siguiendo el ejemplo de los anteriores se compone de un solo cuerpo con tres calles separadas por columnas salomónicas con una decoración abundante de motivos vegetales: hojas, runas, roleos…; realizado en madera dorada y con un esquema similar a los que hemos visto hasta ahora, es decir, una predela o banco, en este caso de mármol y sin mesa de altar. Un cuerpo central en el que se encuentra presidiendo el retablo la figura de San José con el Niño, junto con dos cuadros, barrocos, que le escoltan en las calles laterales y que representan a San Juan de Berchmans a su derecha y San Estanislao de Kotska a su izquierda.
La imagen de San José que
vemos en la actualidad es una sustitución de la que desapareció en las
inundaciones de 1983.
La imagen nos
presenta a San José con el Niño, que se vuelve hacia el santo resaltando la
relación de cercanía entre padre, aunque
adoptivo, e hijo.
S. José |
San José aparece con un
ropaje sencillo, ya que a pesar de ser descendiente de la casa de David, su
oficio fue el de artesano carpintero. Lleva en su mano derecha una vara florida
en clara alusión al milagro por el que los sacerdotes le reconocieron como el
esposo más adecuado para la Virgen María.
Los dos santos que le
acompañan destacan, sobre todo, por su juventud y eran presentados al alumnado
jesuita como modelos a seguir, nos referimos a San Juan Berchmans que fue un
santo jesuita flamenco que vivió en el
siglo XVII. Murió a los 22 años defendiendo la doctrina de la Inmaculada
Concepción.
S. Juan Berchmans |
Aquí aparece representado como un hombre joven, con el hábito
jesuita y sujetando con gran devoción un crucifijo, al que dirige su mirada. Y
a San Estanislao de Kotska,
S. Estanislao de Kotska |
novicio
jesuita que alcanzó la santidad muy joven, ya que murió a la edad de 17
años. Aquí se le representa vestido con
el hábito jesuita y sosteniendo en sus brazos con gran devoción al Niño Jesús.
Para acabar encontramos el remate o
ático semicircular típico de los retablos de esta iglesia con una decoración
rica constituida por jarrones, roleos vegetales y otros elementos barrocos que
rodean la pintura que representa a San Bruno sacerdote fundador de la orden de
los Cartujos. De ahí que aparezca vestido con el hábito blanco de la orden,
arrodillado y con las manos cruzadas en el pecho llevando una cruz, a su espalda un monasterio, símbolo de los
que él fundó.
Hay elementos en la pintura que es
necesario interpretar, a sus pies aparecen los atributos de obispo: la mitra y
el báculo, por un lado pueden ser elementos alusivos al obispo Hugo que aparece
en uno de los milagros de este santos, pues tuvo un sueño, siendo obispo de
Grenoble, consistente en que se le aparecieron siete estrellas y al despertar
del sueño, se presentaron ante él San Bruno y seis compañeros sacerdotes,
pidiendo su bendición para comenzar una vida de retiro espiritual, lo que se
identificó como una señal de que estaban destinados a fundar la orden de los
cartujos. Esas estrellas aparecen sobre la cabeza de San Bruno.
También la mitra y el báculo pueden ser
una alusión a la humildad de este santo que rechazó el nombramiento de
arzobispo, y por eso aparecen en el suelo ante él.
Siguiendo nuestro camino hacia los pies
de la iglesia y ya en el segundo tramo de la nave de la epístola nos
encontramos la Capilla del Sagrado Corazón
de Jesús, con un retablo de singular hechura que data de 1740 y en el que
en toda su estructura encontraremos ni una sola talla ni pintura, tan sólo un
gran círculo radial central con un corazón en el medio y que es una
representación simbólica del amor de Dios a la humanidad: un corazón atravesado
por una corona de espinas, que lo identifica como el corazón de Jesucristo, del
que irradian llamas de fuego y rayos dorados, signo del amor divino. Su original
diseño, de origen antiguo, es un ejemplo de la devoción y advocación promovida
por los jesuitas, en especial el Padre Agustín de Cardaveraz.
Este retablo de
cuerpo único está realizado en madera dorada y está compuesto de: predela o
banco, donde están la mesa de altar y el sagrario con la representación de la
Santísima Trinidad en la puerta; cuerpo central, con un gran círculo radial
en cuyo centro surge el Sagrado Corazón y ático semicircular
donde se representa el Cielo del que salen los rayos solares.
La decoración se caracteriza, sobre
todo, por la presencia de espejos que
reflejan la luz y dan monumentalidad al retablo, así como por sus formas suaves
y refinadas, propias del rococó: con motivos vegetales, cabezas de angelitos o putti y
policromía a base de enrejillados (el fondo de las estructuras).
Para acabar y en el primer tramo de la
nave de la Epístola, a la derecha de la entrada encontramos el Retablo del Santo Cristo del Humilladero,
en el que sobre mazonería moderna hay una talla de Cristo de hacia 1500, de
estilo hispano-flamenco, la más antigua del templo. Durante siglos esta imagen
estuvo en el desaparecido Humilladero de Bilbao situado en Uribarri, donde
ahora está la Calle del Cristo.
En la cabecera, en la capilla del
Comulgatorio, podemos ver un relieve ovalado de excepcional calidad dedicado a
la Encarnación de Cristo y datado a mediados del XVIII.
Y en los pies del templo, en piso elevado, se dispone el coro que acoge el órgano, un instrumento de la casa alemana Walker fabricado en 1885.
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