lunes, 20 de marzo de 2023

BILBAO 5ª ETAPA SUS IGLESIAS (3ª PARTE)

 Iglesia de los Santos Juanes (Bilbao)

Arquitecto: Padre Ramírez (trazado), Manuel Ceballos y Mateo del Río (crucero y cabecera) y Francisco de Elorriaga (cubiertas, bóvedas y cúpula). 
Hasta el siglo XVIII fue la iglesia del Colegio de San Andrés, regido por los jesuitas.
La iglesia de los Santos Juanes (San Juan Bautista y San Juan Evangelista) de Bilbao está construida en estilo 
barroco clasicista en el siglo XVII (1622).
Se sitúa, actualmente, haciendo esquina entre las calles Ronda y  la Cruz, aunque, al parecer, en el pasado, estuvo situada en Atxuri, cerca del puente e iglesia de San Antón, como capilla aneja al antiguo hospital de los Santos Juanes, y destinada a los oficios de enterramiento para los enfermos que allí fallecían, muchos de ellos peregrinos del camino de Santiago, que cruzaban la villa de Bilbao en su tránsito hacia Compostela.
Esta pequeña capilla se convertiría, con el tiempo, en parroquia, la tercera de Bilbao (hacia el último cuarto del siglo XV).
Se tiene muy poca información sobre el viejo templo de los Santos Juanes, de un estilo sin definir, pero cercano al gótico imperante en ese momento.
Debió ser una estructura sobria y modesta, de una sola nave. En la cabecera  un presbiterio elevado al que se accedía mediante gradas y en él, el altar mayor con retablo dedicado a San Juan Bautista.
A los lados el altar del Santísimo Cristo de la Villa de Bilbao, en el lado del evangelio, y el de Nuestra Señora de la Soledad en el lado de la epístola.
En el centro de la nave había dos capillas, la de Santa Isabel y la de San Juan Evangelista. Diversas sepulturas se hallaban alineadas a lo largo de los muros, lo mismo que bajo las losas de la nave central.
En esta vieja iglesia de los Santos Juanes se fundó, en 1554, la Cofradía de la Vera Cruz, que realizaba funciones asistenciales hacia los necesitados, siendo la más antigua de Bilbao y propietaria de algunas de las obras más relevantes del patrimonio religioso que, hoy en día, se conservan en esta iglesia
.
Muy afectada por desbordamientos e inundaciones de la ría, el edificio se fue deteriorando progresivamente y hacia 1740 se cerró al culto. Siendo, más tarde, trasladada la parroquia a la ubicación de la actual iglesia de los Santos Juanes.
Y es que gracias a varias donaciones de personajes importantes de la villa, los jesuitas, a comienzos del siglo XVII, promovieron la construcción del colegio de San Andrés.

Claustro actual
El Colegio se articulaban en torno al Claustro, elemento sobrio y austero formado por cuatro crujías, y tres alturas, destinadas a las instalaciones propias de una institución de enseñanza. Anexo a él se proyectó la construcción de una nueva iglesia, de Juan Real, que se levantó en los terrenos actuales como capilla del colegio.
En 1662 se inician las obras, según los planos iniciales, obra del jesuita Padre Ramírez y veinte años más tarde se terminaba la parte de la cabecera, excluido el crucero que, junto a la capilla Mayor, fue llevado a cabo en 1673 por los canteros montañeses Manuel Ceballos y Mateo del Río.  
Vista aérea: iglesia, claustro y museo
Por distintas causas las obras 
se realizaron en varias etapas siendo interrumpida en numerosas ocasiones y quedando finalmente culminada en 1675 con la ejecución de las bóvedas, cúpula y cubiertas por Francisco Elorriaga.
Con la expulsión de los jesuitas en 1767 por la Orden de Carlos III las instalaciones del colegio de San Andrés, ubicado en el actual Portal de Zamudio, pasan a manos de la Corona y en 1769 y a petición del ayuntamiento de Bilbao, como patrono de las iglesias parroquiales bilbaínas, se autoriza el traslado de la Parroquia de los Santos Juanes, entonces sita en Atxuri y en estado ruinoso, a la Iglesia del Colegio de San Andrés, traslado que se hace efectivo a finales del año 1770.

Museo Arqueológico
Con el tiempo el Colegio y la Iglesia fueron separados por un muro, cerrando las comunicaciones entre ambos edificios.  Y dedicándose el primero a Santa Casa de Misericordia y posteriormente Museo Etnológico de Bilbao y el segundo a sede de la parroquia de los Santos Juanes.
En 1874, con motivo de los enfrentamientos carlistas el edificio sufre los efectos de las bombas, siendo necesaria la restauración de los elementos afectados.
A mediados del siglo XX, en 1963, mediante una reforma se modificó el planteamiento original de edificio cruciforme con nave central, crucero, capillas bajas laterales y tribuna sobre éstas y se decide ampliar el recinto interior derribando los muros que separaban las capillas bajas, que estaban comunicadas con la amplia nave central, convirtiéndolas en naves laterales para facilitar el tránsito. Debido a esto, hoy muestra tres naves.  Lo que no se alteró fue la característica tribuna adintelada que asoma a la nave central por encima de las capillas y que enlaza el coro con el crucero y la cabecera.
En 1983, tras las inundaciones fue preciso realizar una importante labor de restauración tras los destrozos ocasionados.

La Iglesia de los Santos Juanes actual podemos adscribirla al estilo barroco clasicista sobrio y con elementos renacentistas, como heredera de los modelos jesuíticos que utilizaban como referente la Iglesia de "Il Gesú" de Roma, organizada según el modelo basilical, esto es, dividida en tres naves, la central más alta que las dos laterales, que también son más estrechas.
En el exterior, también, encontramos esa referencia a la iglesia madre de la Compañía de Jesús, Il Gesú, al estar estructurada en tres calles. Con una calle central, doble de ancha y de alta que las laterales y que enlaza con ellas mediante dos alerones cóncavos. El cuerpo bajo es más ancho que el superior porque tiene la amplitud de las tres naves, mientras que le superior sólo adquiere la anchura de la nave central.
La fachada del lado del evangelio aparece adosado a lo que hoy en día es el edificio que acoge al museo etnológico de Bilbao. La calle central, a nivel inferior, está ocupada por la entrada mediante una puerta de madera con tracería de moderna ejecución bajo una bovedilla de cañón originada por el arco de medio punto  que la enmarca y que está ubicado entre dos pares de semicolumnas toscanas que, a su vez, sostienen un entablamento clásico de orden dórico con arquitrabe compuesto de dos platabandas, el friso con  triglifos y metopas, y un frontón triangular, que inscribe un espejo, adornado con cinco pináculos de dado y bola.  

Ya en el cuerpo superior  se repite el esquema, pero sustituyendo las semicolumnas por pilastras mientras que el hueco de la entrada es sustituido por una ventana adintelada con frontón semicircular y escoltada por dos escudos: el original, del financiador del edificio Domingo de Gorgolla a la derecha, y el de los Borbones a la izquierda, probablemente sustituto de otro anterior.  El remate final repite las formas del frontón del acceso, recto y ornado con pináculos.
Las calles laterales, están coronadas por pináculos piramidales acabados en bola, y doble vano superpuesto, rectangular,  adintelado y dovelado en cada calle que da luz a los tramos posteriores de las capillas bajas y las tribunas. Aunque los puntos de luz más importantes son las ventanas semicirculares con dos parteluces que se abren en el lado sur del crucero y por encima de las tribunas. La cara norte del templo es ciega al llevar adosado por ese lado el claustro de San Andrés que forma parte del Museo Arqueológico, Etnográfico e Histórico Vasco.

Planta de los Santos Juanes
En cuanto a su forma, en planta, es de cruz latina con un corto transepto que no sobresale de la planta inscrita en un rectángulo y en el que encontramos, en el lado de la epístola, un enorme ventanal semicircular con dos parteluces. Se articula en tres tramos a los que se abren otras tantas capillas por cada lado, comunicadas por pequeños pasillos.
El ábside rectangular y profundo guarda un retablo característico barroco y el crucero se cubre con una cúpula muy rebajada y ciega, adornada con escamas radiales sobre el crucero y en el centro con el cordero Pascual.

Los arcos estructurales que generan las pechinas sobre las que se asienta la cornisa-base aparecen adornados con casetones que tienen su continuidad en la parte superior de las naves laterales y a lo largo de todo el perímetro de la iglesia.
Dicha cúpula, realizada a partir de 1675 por el albañil  Francisco Elorriaga, aparece sostenida por cuatro pechinas adornadas con óleos del siglo XVII que representan imágenes de los santos jesuitas: San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier, San Francisco de Borja y San Luis Gonzaga. Los arcos torales a diferencia de los formeros laterales están adornados con casetones.

Sobre las naves laterales, que fueron generadas por la unión de las capillas laterales independientes, se instala a modo de galería una tribuna perimetral que imprime unidad al conjunto y que enlaza el coro, situado a los pies de la iglesia sobre un arco escarzano, y que da cobijo a la puerta oeste, con el crucero, donde se convierte en una balconada, y continúa por la cabecera.
Al parecer existió, hoy en día tapiada, otra entrada lateral a los pies de la iglesia en la calle Ronda, de clara estructura neoclásica: adintelada con frontón triangular…
Son unos rotundos pilares toscanos los que separan los tres tramos de la nave central y entre los que se abren arcos de medio punto que generan los arcos formeros  que dan soporte a esa tribuna perimetral superior que recorre las naves laterales.
Las cubiertas son bóvedas de cañón, de albañilería, con lunetos, uno por cada tramo, en la nave central que proporciona luz a todo el espacio interior y con adornos de yeserías con diedros, figuras geométricas y motivos vegetales, en los cascos.
En cuanto al mobiliario de la iglesia, podemos decir que se compone de una serie de retablos barrocos de dimensiones medianas y acabado semicircular que presiden las capillas devocionales correspondientes, ubicadas en las naves laterales.

Retablo Mayor
Amén del de la Capilla Mayor, dedicado a San Juan Bautista y de estilo churrigueresco, el conjunto está formado por ocho retablos.
Originalmente, cuando era el colegio de San Andrés, presentaba un  programa iconográfico acorde con los postulados de la orden, esto es: la gloria de Dios y la exaltación de la propia orden a través de sus santos más representativos. Pero, este programa se vio alterado, cuando se estableció, en él, la parroquia de los Santos Juanes, en el siglo XVIII.
El actual conjunto es de un estilo, estructura y proporciones bastante homogéneo, y con una cierta coherencia a pesar  de la distinta autoría. Autoría distinta, que hace que el estilo de las imágenes y los lienzos también tengan una cierta uniformidad a pesar de la variedad.
Así encontramos cuatro en la nave del evangelio  y cuatro en la nave de la epístola. En el lado del evangelio se encuentran los retablos del Cristo de la Villa, el de la Virgen del Carmen, el de San Luís Gonzaga y el de San Rafael. En el lado de la epístola están los de la Soledad, el de San Juan Evangelista, el de San José, y el del Sagrado Corazón.
Todos fueron realizados entre 1683 1747 y están dentro del estilo barroco. Los más antiguos se caracterizan por un barroco muy decorado o churrigueresco, mientras que los realizados a partir de 1740, en cambio, tienen unas formas más suaves y refinadas y una decoración menos recargada: es lo que conocemos como rococó.
Comenzando por la entrada, siguiendo el lado del evangelio, lado norte o septentrional y cada uno en su correspondiente capilla, encontramos en primer lugar:
Capilla de San Rafael Arcángel con su retablo, en el segundo tramo de la nave del Evangelio. Es una obra de estilo rococó, donada por Antonio Mazarredo en 1747, destacado personaje de la sociedad bilbaína.
Rafael, que es uno de los arcángeles, significa “Dios sana”, y aquí se le representa llevando un pez, símbolo de la regeneración espiritual y de la vida, con cuya hiel ayudó a Tobías a curar la ceguera de su suegro.
Lleva además de un bastón, una prenda de cuero sobre los hombros, llamada esclavina,  en referencia a su condición de caminante y a que es, junto con San Cristóbal, San Roque y Santiago, uno de los patrones de los peregrinos.
Según la tradición, es el arcángel más cercano a la humanidad, el que es enviado por Dios para aliviar el dolor y el sufrimiento.
Realizado en madera dorada, este retablo de cuerpo y calle única se compone del banco o predela, donde se encuentra el altar con el sagrario y el cuerpo central, donde se ubica la única hornacina y donde está la imagen de San Rafael, titular del retablo, y el remate del ático semicircular.
La talla de San Rafael, es una talla de calidad, que llama la atención por su expresivo rostro, el movimiento de sus ropajes y su cuidada policromía.
Todo él se encuentra profusamente ornamentado con una decoración de formas suaves y refinadas, propias del rococó como son las rocallas, mezcla de conchas marinas irregulares y asimétricas, las formas vegetales, las volutas, los jarrones y las cabezas de angelitos o putti. 
Y, sobre todo, el remate del ático en forma de sol, donde vemos los rayos solares entre las cabecitas de ángeles, como señal del envío divino.
Si seguimos hacia el altar nos encontramos, ya en el tercer tramo de esta nave del evangelio con la Capilla de San Luis Gonzaga con su correspondiente retablo, de gran parecido con la anterior. Su retablo es una obra datada hacia 1700 y está presidido por una talla del santo titular y atribuido a Luis Salvador Carmona.

El retablo es de un solo cuerpo al igual que el anterior, pero con tres calles. Está hecho en madera dorada, respondiendo al esquema de los retablos barrocos, esto es, con predela, donde encontramos la mesa/altar de mármol, el cuerpo con varias calles separadas por columnas salomónicas profusamente decoradas con motivos vegetales, y la calle central con la talla de San Luis Gonzaga y el ático.
La talla central data de 1750 y representa a San Luis Gonzaga que fue un noble italiano del siglo XVI que renunció a  su posición social, se hizo jesuita y se dedicó al cuidado de los enfermos de peste, enfermedad que él contrajo y de la que murió a los 23 años de edad. Se le suele representar vestido con el hábito de jesuita y sujetando un crucifijo, al que dirige sus ojos en actitud de rezar.
Es de destacar la naturalidad del movimiento de sus ropas y en especial el de las mangas, que se pliegan delicadamente en el antebrazo. Se le atribuye la autoría a Luis Salvador Carmona.

Santa Águeda
Santa Lucía

Aparece escoltado a su derecha por el lienzo que representa a Santa Águeda que aparece ricamente vestida con túnica blanca, signo de virginidad y pureza, y manto rojo, color del martirio. Dando, así, fe a su leyenda se le representata Luca con una bandeja en la que lleva sus pechos y sujetando la palma indica que murió como santa y mártir. Y a su izquierda por otro lienzo, esta vez de Santa Lucía que aparece representada como una mujer joven con el pelo suelto y ricamente vestida con túnica blanca, signo de virginidad y pureza, y manto malva. En la mano izquierda lleva una palma, símbolo que indica que murió como santa y mártir ya que durante su martirio le arrancaron los ojos, que aquí aparecen sobre una bandeja que sujeta la santa.

Para finalizar encontramos un ático semicircular con abundante decoración barroca de motivos vegetales rocallas y pináculos que enmarcan una pintura que representa a los 26 mártires de Nagasaki, grupo de sacerdotes y laicos que fueron ejecutados mediante crucifixión en el año 1597 en Nagasaki, Japón, en el marco de la persecución del cristianismo promovida por el gobierno japonés.
Este retablo fue encargado en 1694 por el rector del colegio jesuita de San Andrés (actual Santos Juanes). Para pagarlo, reunió limosnas de personas particulares e instituciones, sobre todo del ayuntamiento de la villa de Bilbao.
Ya en el crucero, en su lado izquierdo nos encontramos con la capilla de la Virgen del Carmen, con un retablo que data de 1693, siendo obra de Santiago de Castaños. Originalmente estuvo dedicado a San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús. Pero, en 1770,  cuando la iglesia dejó de pertenecer a los jesuitas y pasó a ser una más de las parroquias bilbaínas, se retiró la imagen principal y años más tarde se cambió su advocación dedicándose a la Virgen del Carmen.
El retablo que la preside es un retablo de un único cuerpo con tres calles y realizado en madera dorada con el esquema habitual de los retablos barrocos.

Cuenta con zócalo, banco o predela con mesa de altar de mármol adosada; un cuerpo central de tres calles divididas mediante columnas salomónicas, con abundante  decoración de motivos vegetales. Con una calle central desde donde preside la capilla una talla  de la Virgen del Carmen realizada en el siglo XIX,  y que representa a la Virgen María de pie, sobre una peana en forma de nube con cabezas de ángeles que levantan sus ojos para mirarla.
Aparece coronada y sostiene en su brazo izquierdo al Niño Jesús. En su mano derecha sujetaba un escapulario, hoy perdido, y que, junto con el hábito carmelita que viste, permite identificar la escultura como la Virgen del Carmen.
La Virgen del Carmen, en una de sus apariciones, según la tradición, entregó al superior general de la orden, los hábitos que debían vestir y un escapulario, con la promesa de que libraría del Purgatorio y llevaría al Cielo a todas las personas que llevaran un escapulario durante toda su vida, por lo que se convirtió en el principal signo de los carmelitas.

En las calles laterales encontramos dos pinturas que representan a San Joaquín, padre de la Virgen, a su derecha y al que se le representa  como un anciano de larga barba blanca que viste túnica verde y lleva sobre los hombros una rica capa roja. Y Santa Ana, a su izquierda, madre de la virgen, y a la que se representa como una mujer madura, con la cabeza cubierta con una toca y llevando sobre sus hombre un manto ocre que contrasta con la túnica roja del interior.
En el remate o ático semicircular,  encontramos una pintura de la Virgen del Perpetuo Socorro, de factura moderna, sobre la que está la imagen del Espíritu Santo representado por una paloma y rodeada de una rica decoración barroca a base de pinjantes (florón colgante), bolas y cogollos.
También en el lado izquierdo del crucero, encontramos la capilla de la Vera Cruz con un retablo en el que destaca la talla del Santo Cristo de la Villa, realizada hacia 1500, de estilo hispano-flamenco, la más antigua del templo y que conocemos con el nombre del Retablo del Santo Cristo del Humilladero
Durante siglos esta imagen estuvo en el desaparecido Humilladero de Bilbao situado en Uribarri, donde ahora está la Calle del Cristo.

El Santo Cristo es uno de los títulos que dan los cristianos a Jesús de Nazaret, que lo identifica como el salvador de la humanidad y que según la doctrina cristiana es a través de la muerte de Cristo en la cruz como llega el perdón de los pecados y, por tanto, se abre para las personas creyentes el acceso a la vida eterna, es decir, la salvación.
Este retablo, de hechura manierista,  fue encargado en 1696 por la cofradía de la Vera Cruz, la más antigua de todas las existentes en Bilbao (su fundación data de 1553) para hacer resaltar la imagen de su santo patrón, conocida como Cristo de la villa y realizada seguramente a la vez que se funda la cofradía.

La mazonería y la policromía son posteriores y se encargó a dos arquitectos al bilbaíno, José de Egusquiza, y al navarro José de Munárriz. La obra, que costó 1.550 reales, estuvo en origen en la iglesia de los Santos Juanes de Atxuri, ya desaparecida, y fue trasladado aquí en 1770, cuando la iglesia de San Andrés dejó de pertenecer a los jesuitas y pasó a ser una más de las parroquias bilbaínas, tomando el nombre de la desaparecida iglesia atxuriarra.
Siguiendo la tendencia barroca aparecen combinados en el retablo pintura y escultura, así, mientras la imagen principal es una escultura, corona el retablo un lienzo de formato rectangular.

Este retablo, al igual que los otros, es de cuerpo único realizado en madera dorada con un esquema típico de los retablos barrocos: banco o predela con mesa de altar, el cuerpo central con la imagen  del Cristo de la Villa rodeada por cuatro columnas  salomónicas (de fuste retorcido)  muy decoradas con motivos vegetales y rematado por un  
Detalle del Cristo
ático semicircular, con un cuadro de formato rectangular
  de la Magdalena enmarcado por una decoración de roleos, es decir, formas vegetales enroscadas formando una espiral.
En cuanto a la imagen del Cristo de la Villa se le atribuye  al escultor Juan de Beaugrant, uno de los artistas más importantes del Renacimiento en Bizkaia y que perteneció a la Cofradía de la Vera Cruz.
Es de destacar la descarnada naturalidad con la que se representa la figura de Jesucristo muerto, con la cabeza inclinada y sangrando por las heridas de sus manos, pies y costado, con una cuidada policromía que resalta aún más ese naturalismo. Además de su rostro, llama la atención la impresionante corona de espinas, así como la destreza con que se tallan sus cabellos y los pliegues del paño de pureza.
Esta escultura es sacada en procesión por la cofradía de la Vera Cruz el miércoles y el Viernes Santo. Además, recibe culto propio el 3 de mayo, día en que el ayuntamiento de Bilbao pide al Cristo que proteja a la villa.

Sobre ella, cerrando el ático, vemos un lienzo con la imagen de Santa María Magdalena, una de las mujeres que, según los evangelios, siguió a Jesús de Nazaret en su predicación y que estuvo al pie de la cruz en el monte Calvario.
La santa aparece en actitud doliente, con las manos juntas y el rostro triste, reforzando la idea de la muerte de Cristo en la cruz, pero también la de su Resurrección, ya que fue precisamente a María Magdalena a la primera persona a la que se apareció Jesús resucitado.

En el costado izquierdo del presbiterio hay una pequeña Piedad del siglo XVIII, réplica de la existente en la parroquia de San Nicolás de Bari, y una Cruz de plata, metal blanco y esmaltes de estilo neorrenacentista salida de los Talleres Granda en 1940. Esta pieza de orfebrería incorpora un relicario de la Vera Cruz de factura anterior, de mediados del XIX.
Sobre el paso a la Sacristía cuelga un lienzo de fines del XVI de la Visitación de la Virgen a Santa Isabel, procedente de aquella primitiva iglesia de los Santos Juanes ubicada en Atxuri.

Pasemos a la Capilla Mayor con un excelente retablo de estilo churrigueresco, caracterizado por su recargada decoración, compuesta de columnas salomónicas, estípites, abundante decoración vegetal y rocalla. 
La ejecución de este retablo se llevó a cabo entre 1683 y 1689  y para sufragar su construcción, la cofradía de la Vera Cruz recogió durante seis años las limosnas que depositaban particulares e instituciones. 
Realizado en madera dorada, su estructura, mazonería, se adapta al presbiterio y consta de dos cuerpos con tres calles (este tipo de retablo se conoce con el nombre de tipo fachada) enmarcadas por columnas salomónicas, que en la zona atical, las dos centrales, se convierten en estípites (columna troncopiramidal invertida) que soportan el cierre semicircular del ático, que, a su vez, está decorado con gran cantidad de formas vegetales y jarrones.

En el centro del banco, detrás del altar y ocupando, también, el primer cuerpo del retablo encontramos el sagrario, que, como se puede apreciar con claridad, no corresponde al estilo del resto del retablo; se trata de una pieza realizada en el siglo XIX en estilo neoclásico, con forma de templete circular rodeado de columnas y cubierto por cúpula con remate en forma de cruz.
Siguiendo el modelo de los retablos barrocos en su composición se alternan esculturas, generalmente en la calle central y pinturas, en las calles laterales y ático.
En este caso, el retablo, contiene seis lienzos, cuatro en las calles laterales y dos en el ático.

S. Ignacio de Loyola
S. Francisco Javier
En el primer cuerpo San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, que aparece, en este lienzo, señalando las letras IHS, en alusión al nombre de Jesús, bajo las que aparecen los tres clavos de Cristo. Al fondo un paisaje en el que parece verse una iglesia entre montes, representa seguramente la basílica de Loyola, construida en el lugar de nacimiento del santo o el monasterio de Monserrat donde colgó su vestidura militar.  
Y San Francisco Javier, estrecho colaborador de Ignacio de Loyola. El santo levanta los ojos al cielo en los que se ven, también, las letras IHS, símbolo del nombre de Jesús, bajo las que aparecen los clavos de Cristo. Lleva en su mano izquierda un ramo de lirios blancos y un bastón o báculo que lo identifica como santo misionero (realizó su labor misionera sobre todo en Japón e India).
S. Pedro
San Pedro y San Pablo, en el segundo cuerpo. El lienzo de San Pedro, a la derecha, es copia de un cuadro barroco del pintor José de Ribera, y en él se ve a Pedro que elevando sus ojos al cielo sujeta las llaves, símbolo del Reino de los Cielos, y el libro que lo identifica como apóstol, sucesor de Jesucristo y primer papa de la Iglesia Católica. Destaca, sobre todo, la monumentalidad y expresividad de la figura.
S. Pablo

El de San Pablo, a la izquierda,  también es copia de un cuadro barroco del pintor José de Ribera. Aquí  aparece representado con la espada, símbolo de su muerte por decapitación, y el libro, referencia al texto de los Hechos de los Apóstoles y las catorce cartas que escribió.
S. Agustín
Y en el ático los lienzos de San Agustín considerado uno de los padres de la Iglesia Católica por sus tratados sobre teología.
En este lienzo se representa una leyenda medieval según la cual San Agustín paseaba por la orilla del mar, junto a la playa, dando vueltas en su cabeza a muchas de las doctrinas sobre la realidad de Dios, una de ellas la doctrina de la  Trinidad. De pronto, al alzar la vista ve a un hermoso niño, que está jugando en la arena. Lo observa más de cerca y ve que el niño corre hacia el mar, llena el cubo de agua del mar, y vuelve donde estaba antes y vacía el agua en un hoyo. El niño hace esto una y otra vez, hasta que Agustín, sumido en una gran curiosidad, se acerca al niño y le pregunta: «¿Qué haces?» Y el niño le responde: «Estoy sacando toda el agua del mar y la voy a poner en este hoyo». Y San Agustín dice: «¡Pero, eso es imposible!». A lo que el niño le respondió: «Más difícil es que llegues a entender el misterio de la Santísima Trinidad».
Sto. Domingo de Guzmán

Y Santo Domingo de Guzmán, fundador de la orden de los dominicos, que en este lienzo aparece arrodillado, como si estuviera rezando, y sujeta unas azucenas, símbolo de la perfecta castidad que guardó toda su vida. Lo acompaña un perro negro y blanco (colores que adoptarían los dominicos en su hábito) con una antorcha encendida en la boca: representa el celo con que esta orden defendía los asuntos de la Iglesia Católica y que les valió el apelativo de Domini canes, es decir, “perros del Señor”. A sus pies aparece una gran esfera coronada por una cruz, símbolo del triunfo del cristianismo en el mundo y triunfo al que los dominicos, como orden de predicadores, habrían contribuido.
S. Juan Bautista

También vemos en el retablo cuatro tallas, la central con la figura de San Juan Bautista, talla de 1780, encerrada en hornacina pintada en blanco y oro con posible autoría del escultor cántabro Manuel de Acebo.
Aquí aparece representado como lo describe el Evangelio: como un hombre de pelo y barba desaliñados, vestido con una piel de camello, en su mano derecha lleva una cruz y aparece acompañado por un cordero, símbolo de Jesús de Nazaret y su sacrificio en la cruz. Estos dos símbolos lo identifican como precursor de Cristo, ya que es, para los cristianos, el último profeta que anunció la llegada del Mesías.

Sobre la hornacina central y representando a la Trinidad aparecen en pequeño tamaño las figuras del Padre, a la derecha, representado como un anciano que sujeta la bola del mundo en su mano izquierda mientras levanta la derecha para bendecir; del Hijo, a la izquierda, representado como Cristo resucitado, con manto rojo y llevando una gran cruz y en el centro sobre los rayos solares y entre nubes el Espíritu Santo en forma de una paloma blanca.
Ya en el Ático y sobre el conjunto trinitario un San Francisco de Borja de la misma época que el retablo, esto es finales del siglo XVII. Francisco de Borja fue un noble español del siglo XVI, que se hizo jesuita y llegó a ser padre general de la Compañía de Jesús. Fue un gran impulsor de las misiones y de los colegios de los jesuitas.

Pila bautismal
S. Francisco de Borja
Aquí se le representa vestido con un rico hábito negro con decoración a base de filigranas doradas y en actitud de predicar, mostrando en su mano derecha una custodia con las letras JHS, signo propio de los jesuitas, y que se repite, sobre los rayos solares, en el fondo, pintado, del retablo.
Ya en el lado derecho del presbiterio está el baptisterio, con una pila barroca de mármol negro de Mañaria con tapa acampanada y dorada (siglo XVIII), y en la pared un óleo del Bautismo de Jesús de la primera mitad del XVII.
Según avanzamos siguiendo las manecillas del reloj y ya en el lado derecho del crucero nos encontramos con la Capilla de la Dolorosa.
El retablo de la Soledad que contiene  fue encargado en 1694 por la cofradía de la Vera Cruz al arquitecto José de Egusquiza, vecino de Bilbao, quien realizó la estructura o mazonería. Mientras que el dorado del retablo se le encargó al pintor bilbaíno Ventura de Sugazu.
Este retablo estuvo en origen en la iglesia de los Santos Juanes de Atxuri, ya desaparecida, y fue trasladado aquí en 1770, cuando la iglesia de San Andrés dejó de pertenecer a los jesuitas y pasó a ser una más de las parroquias bilbaínas, tomando el nombre de la desaparecida iglesia.

Se trata de un retablo de un solo cuerpo realizado en madera dorada y con el esquema que ya conocemos de los retablos barrocos, esto es: un zócalo, banco o predela, un cuerpo central con hornacina en la que se encuentra la imagen de la advocación, en este caso Nuestra Señora de la Soledad, rodeada de cuatro columnas salomónicas con su fuste retorcido y una abigarrada decoración con motivos vegetales: hojas, uvas  y un remate o ático con un cuadro de formato rectangular que representa el Ecce Homo enmarcado por una decoración de roleos, es decir, formas vegetales enroscadas formando una espiral.
Preside el retablo  una imagen de la Virgen Dolorosa, que se atribuye al escultor Raimundo Capuz y que fue traída de Madrid.
Según la tradición católica en la vida de la Virgen María hay siete momentos dolorosos en los que sufrió por su hijo. La Soledad es el último de esos siete dolores que la Virgen María sufrió. Dolor que se produce tras el entierro de Jesús, a quien debe dejar en el sepulcro, quedando así en soledad y a la espera de su Resurrección.
Por eso se le representa con manto negro, las manos juntas y crispadas y llorando angustiada por la muerte de su hijo.
La escultura es una imagen de las llamadas “de vestir”; es decir, que sólo el rostro y las manos han sido tallados en madera, mientras que el cuerpo es un simple armazón que queda cubierto por los ropajes de la figura.
Esta imagen, que es sacada en procesión por la Cofradía de la Vera Cruz cada Semana Santa. 
Está acompañada, en el ático, por un lienzo del Ecce Homo, pintado por el  bilbaíno Martín Amigo siguiendo pautas de Van Dyck. 
Este lienzo muestra a Jesús de Nazaret en el momento en que, después de ser apresado, azotado y coronado de espinas, el gobernador romano Poncio Pilato lo presenta a los judíos para que el pueblo elija si quiere liberarlo o prefiere dejar marchar a Barrabás. Al señalarlo, Pilatos dijo en latín “ecce homo”, lo que significa “he aquí al hombre”, expresión que da título a todas las representaciones de este tipo. 
En esta pintura Jesús aparece con el pecho descubierto, y las manos atadas con cuerda. Viste un manto de rojo intenso, está coronado de espinas y sujeta en su mano derecha un cetro de caña. Estos elementos son una burla de los atributos propios de los reyes, ya que, según los evangelios, después de que Jesús fuera apresado sus captores lo vistieron así para reírse de él por hacerse llamar rey de los judíos.
También en el lado derecho del crucero, junto a la anterior capilla y situada enfrente de la capilla de la Virgen del Carmen nos encontramos con la Capilla de San Juan Evangelista. En ella reside este excelente retablo, encargado por el rector del colegio de los jesuitas de San Andrés, hoy Santos Juanes, hacia 1683, originalmente al igual que la capilla estuvo dedicado a San Francisco Javier y fue realizado por los arquitectos Juan de Echevarría como  tracista y el bilbaíno Santiago de Castaños, los mismos  que realizaron el retablo de la Virgen del Carmen.
En 1770, cuando esta iglesia dejó de pertenecer a los jesuitas se cambió su advocación por la de San Juan Evangelista. Por lo que, el retablo actual  contiene la talla central de San Juan Evangelista, copia elaborada en el siglo XVIII.
Al igual que los precedentes se trata de un retablo de un solo cuerpo, que está realizado en madera dorada, y responde al esquema habitual de los retablos barrocos.

Está estructurado en un zócalo o banco con mesa de altar adosada; un cuerpo central de tres calles divididas mediante columnas salomónicas, y con decoración de motivos vegetales.
En la calle central se encuentra la imagen principal, San Juan Evangelista representado como un hombre joven y sin barba que parece estar escribiendo en este momento con la pluma que sujeta en la mano derecha en el  libro abierto que sostiene en la izquierda, uno de los cuatro evangelios, mientras eleva los ojos buscando la inspiración divina.
Aparece acompañado de un águila que es su símbolo representativo y que junto con los otros tres símbolos, toro, ángel y león, forman el tetramorfo y que rodean al Pantocrátor en las representaciones medievales.
S. Francisco de Asís
Mientras, en las calles laterales, le escoltan dos cuadro
s que representan a San Francisco de Asís y San Francisco de Paula; San Francisco de Asís  que renunció a sus riquezas y fundó la orden de los franciscanos, cuyos miembros deben someterse a tres votos o promesas solemnes: castidad, obediencia y, sobre todo, pobreza. Por eso se le representa descalzo, vestido con el hábito de su orden y el cordón de tres nudos que recuerdan esas tres promesas. En su mano izquierda sostiene un crucifijo y, a su lado, hay una calavera que simboliza la meditación del santo sobre el paso de la vida y la inminencia de la muerte.

S. Francisco de Paula
San Francisco de Paula  que a los 24 años decidió retirarse a un lugar inaccesible y vivir como un ermitaño  dedicado a una vida de recogimiento y oración. Pronto otros hombres se unieron a él, creándose así la orden de los ermitaños de fray Francisco de Paula, luego conocida como orden de los Mínimos.
En su parte alta, el retablo termina en un ático semicircular con una pintura de la Virgen de Begoña rodeada de una rica decoración barroca a base de florones colgantes (pinjantes), cogollos y roleos.
En cuanto a la policromía, destaca la pintura de finas líneas sobre el fondo dorado que hay detrás de San Juan, realizada con una técnica que se llama estofado.
Ya en el tercer tramo de la nave de la epístola nos encontramos con la capilla de San José donde hay que destacar el retablo de su mismo nombre y de hechura coetánea con el de la capilla anterior.
El retablo fue encargado en 1694 por el rector del antiguo colegio jesuita de San Andrés para su iglesia, iglesia que más tarde se convertiría en la actual iglesia de los Santos Juanes.
Retablo que siguiendo el ejemplo de los anteriores se compone de un solo cuerpo con tres calles separadas por columnas salomónicas con una decoración abundante de motivos vegetales: hojas, runas, roleos…; realizado en madera dorada y con un esquema similar a los que hemos visto hasta ahora, es decir, una predela o banco, en este caso de mármol y sin mesa de altar. Un cuerpo central en el que se encuentra presidiendo el retablo la figura de San José con el Niño, junto con dos cuadros, barrocos, que le escoltan en las calles laterales y que representan a San Juan de Berchmans a su derecha y San Estanislao de Kotska a su izquierda.
La imagen de San José que vemos en la actualidad es una sustitución de la que desapareció en las inundaciones de 1983. 
S. José
La imagen nos presenta a San José con el Niño, que se vuelve hacia el santo resaltando la relación de cercanía entre padre, aunque
  adoptivo, e hijo.
San José aparece con un ropaje sencillo, ya que a pesar de ser descendiente de la casa de David, su oficio fue el de artesano carpintero. Lleva en su mano derecha una vara florida en clara alusión al milagro por el que los sacerdotes le reconocieron como el esposo más adecuado para la Virgen María.
Los dos santos que le acompañan destacan, sobre todo, por su juventud y eran presentados al alumnado jesuita como modelos a seguir, nos referimos a San Juan Berchmans que fue un santo jesuita flamenco  que vivió en el siglo XVII. Murió a los 22 años defendiendo la doctrina de la Inmaculada Concepción.
S. Juan Berchmans
Aquí aparece representado como un hombre joven, con el hábito jesuita y sujetando con gran devoción un crucifijo, al que dirige su mirada. Y a San Estanislao de Kotska
S. Estanislao de Kotska
novicio jesuita que alcanzó la santidad muy joven, ya que murió a la edad de 17 años.  Aquí se le representa vestido con el hábito jesuita y sosteniendo en sus brazos con gran devoción al Niño Jesús.
Para acabar encontramos el remate o ático semicircular típico de los retablos de esta iglesia con una decoración rica constituida por jarrones, roleos vegetales y otros elementos barrocos que rodean la pintura que representa a San Bruno sacerdote fundador de la orden de los Cartujos. De ahí que aparezca vestido con el hábito blanco de la orden, arrodillado y con las manos cruzadas en el pecho llevando una cruz,  a su espalda un monasterio, símbolo de los que él fundó.

Hay elementos en la pintura que es necesario interpretar, a sus pies aparecen los atributos de obispo: la mitra y el báculo, por un lado pueden ser elementos alusivos al obispo Hugo que aparece en uno de los milagros de este santos, pues tuvo un sueño, siendo obispo de Grenoble, consistente en que se le aparecieron siete estrellas y al despertar del sueño, se presentaron ante él San Bruno y seis compañeros sacerdotes, pidiendo su bendición para comenzar una vida de retiro espiritual, lo que se identificó como una señal de que estaban destinados a fundar la orden de los cartujos. Esas estrellas aparecen sobre la cabeza de San Bruno.
También la mitra y el báculo pueden ser una alusión a la humildad de este santo que rechazó el nombramiento de arzobispo, y por eso aparecen en el suelo ante él.

Siguiendo nuestro camino hacia los pies de la iglesia y ya en el segundo tramo de la nave de la epístola nos encontramos la Capilla del Sagrado Corazón de Jesús, con un retablo de singular hechura que data de 1740 y en el que en toda su estructura encontraremos ni una sola talla ni pintura, tan sólo un gran círculo radial central con un corazón en el medio y que es una representación simbólica del amor de Dios a la humanidad: un corazón atravesado por una corona de espinas, que lo identifica como el corazón de Jesucristo, del que irradian llamas de fuego y rayos dorados, signo del amor divino. Su original diseño, de origen antiguo, es un ejemplo de la devoción y advocación promovida por los jesuitas, en especial el Padre Agustín de Cardaveraz. 


Este retablo de cuerpo único está realizado en madera dorada y está compuesto de: predela o banco, donde están la mesa de altar y el sagrario con la representación de la Santísima Trinidad en la puerta; cuerpo central, con un gran círculo radial en cuyo centro surge el Sagrado Corazón  y ático semicircular donde se representa el Cielo del que salen los rayos solares. 
La decoración se caracteriza, sobre todo, por la presencia de espejos que reflejan la luz y dan monumentalidad al retablo, así como por sus formas suaves y refinadas, propias del rococó:  con motivos vegetales, cabezas de angelitos o putti y policromía a base de enrejillados (el fondo de las estructuras).
Para acabar y en el primer tramo de la nave de la Epístola, a la derecha de la entrada encontramos el Retablo del Santo Cristo del Humilladero, en el que sobre mazonería moderna hay una talla de Cristo de hacia 1500, de estilo hispano-flamenco, la más antigua del templo. Durante siglos esta imagen estuvo en el desaparecido Humilladero de Bilbao situado en Uribarri, donde ahora está la Calle del Cristo.  
En la cabecera, en la capilla del Comulgatorio, podemos ver un relieve ovalado de excepcional calidad dedicado a la Encarnación de Cristo y datado a mediados del XVIII.

Y en los pies del templo, en piso elevado, se dispone el coro que acoge el órgano, un instrumento de la casa alemana Walker fabricado en 1885.



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