jueves, 26 de marzo de 2020

Catedral de Burgos "interior"


Arquitectura interior

De todos los elementos del interior de la catedral voy a destacar aquellos, que a mi juicio, son más destacables y a los que merece la pena dedicar un poco más de atención, sin despreciar todos los demás elementos del conjunto catedralicio, cuya explicación llenaría páginas y páginas.

Generalidades:
Planta catedral de Burgos
El templo presenta planta de cruz latina, con dimensiones de 84 por 59 metros, que forman tres naves, divididas en seis tramos, siendo la central más ancha (11 metros) y elevada (25 metros) y estando las laterales fusionadas en la cabecera mediante una girola o deambulatorio, a la que se abren cinco capillas poligonales (algunas de gran tamaño, como la del Condestable), estas cinco capillas estaban precedidas por dos capillas rectangulares a cada lado, reestructuradas con el paso del tiempo, y cortándolas perpendicularmente, un transepto, amplio y de una sola nave, orientado en el eje norte-sur, sobrepasa las naves, es decir, está marcado en planta, aunque las capillas laterales lo igualan con el resto de la iglesia.
El eje longitudinal de las naves del eje este-oeste se compartimenta en nueve tramos, tres de los cuales corresponden a la profunda Capilla Mayor, más el crucero y la cabecera pentagonal; el transepto o nave transversal consta de seis tramos, tres a cada lado y de la misma altura que la nave central.
Interior: arquería, triforio y claristorio
Si miramos el alzado de la Catedral de Burgos podemos apreciar la estructura de una catedral gótica clásica, así, el muro de la nave central está dividido en tres partes: la arquería lateral, de arcos apuntados, que comunica las naves; a continuación, en altura, un amplio triforio, elemento que tenderá a desaparecer, pero que en caso de Burgos la tribuna se encuentra unificada a lo largo del todo el edificio, convirtiéndose en un estrecho pasillo por el que se puede deambular, se encuentra decorada con arcos escarzanos cuyas arquivoltas se encuentran decoradas con cabezas humanas, de hombres y mujeres de todas las clases sociales: reyes, nobles, plebeyos o seres deformes con caras bifaces y de animales, que simbolizan a los creyentes con las virtudes, defectos y vicios de la iglesia que peregrina y se purifica.
   Con el intradós horadado por siete vanos trifolios y cuadrifolios que cobijan una arquería apuntada y trilobulada, separada por seis maineles y un antepecho a modo de balaustrada con decoración de tracería calada. Los tramos del triforio próximos al crucero tienen decoración flamígera más movida y ondulante, decoraciones de tracerías que son posteriores al siglo XIII, posiblemente llevada a cabo en el siglo XV por Juan de Colonia a iniciativa del obispo Acuña, cuyo escudo de armas aparece en alguno de los antepechos. 
Y, por último, grandes ventanales apuntados con vidriera partida en doble ojiva, separadas por mainel columnado, y rosetón cuadrifolio acristalado en su parte superior que permiten la penetración de la luz. Tres son los rosetones que refuerza la luminosidad del templo: el de la fachada de Santa María y los que presiden los testeros del transepto.
 Toda esta estructura está cubierta con bóvedas de crucería de una gran simplicidad, cuatripartitas,  aunque alteradas después, sobre todo en el centro de la iglesia y en las capillas de la cabecera por las transformaciones sufridas en el siglo XV y que nos permiten apreciar toda una gran variedad de abovedamientos góticos, con bóvedas sexpartitas, de terceletes con ligaduras o estrelladas, típicas del momento. 

Las bóvedas de los tramos de la girola son de cinco o seis radios, y las de los tramos de la nave central son acusadamente rectangulares.
El alzado de la arquería consiste en pilares octogonales, de núcleo cilíndrico y columnillas adosadas, salvo los que sostienen los arcos torales en el crucero, que son solo cilíndricos y de mucho mayor grosor.
Sobre el crucero se levanta el cimborrio construido en el siglo XVI por Juan de Vallejo. El anterior, obra de Juan de Colonia, se hundió en el año 1539. Forma la linterna del crucero una delicada estrella calada de la que Felipe II dijo al verla, "más parece hecha por ángeles que por hombres". Debajo se encuentra la tumba del Cid y doña Jimena, en una lápida sobre losa de jaspe.
A su alrededor se abren hasta 19 capillas, sacristía, aula capitular y claustro del siglo XIII. A los pies del templo está el Papamoscas, curioso y famoso personaje-reloj de los siglos XV y XVI.
         Pasemos a describir los diferentes elementos que he elegido como más representativos.

La Capilla Mayor
Es el principal lugar de culto de la catedral de Burgos, es de estilo gótico francés como el conjunto del centro y está presidido por el retablo Mayor de estilo renacentista.  
Presbiterio
Consta de tres tramos, el primero, contiguo al crucero, con bóveda de crucería compleja  tardogótica y los dos siguientes con bóveda de crucería simple, más la cabecera de cinco paños (pentagonal) y cuyo suelo está elevado en graderío. En la parte anterior la cubierta descansa en dos gruesas columnas cilíndricas que son la sustentación de los arcos torales orientales del cimborrio de la Catedral. En las partes elevadas de los muros se disponen las series del triforio y los ventanales con vidriera, compartidas con los tramos restantes de la nave principal y la nave transversal.
En cuanto al retablo decir que es una obra de estilo renacentista romanista, esto es, se intenta imitar el estilo de los artistas italianos que trabajaron en Roma durante el Renacimiento, principalmente Miguel Ángel y Rafael. Terminado en 1580, en la ejecución de las esculturas y en su arquitectura participaron varios artistas como los hermanos De la Haya o Juan de Ancheta, así como en el dorado y en la policromía de sus figuras y estructuras que fue posterior y que duró tres años.
Retablo Mayor
Es de estilo gótico-flamenco de mediados del siglo XV. Está inspirado en el de la catedral de Astorga y consta de predela, tres/cuatro cuerpos y “ático”, con tres calles y cuatro entrecalles, divididas a su vez en cuatro cuerpos en las calles y en tres en las entrecalles. El columnado utilizado para delimitar los encasamientos emplea los tres órdenes clásicos: dórico, en el primer cuerpo, jónico, en el segundo cuerpo y corintio, en el tercero. Los fustes de las columnas del primer y segundo cuerpo están adornados con motivos vegetales, grandes tallos que se entrecruzan a lo largo del fuste.  Las columnas del tercer cuerpo están menos adornadas, mientras que en ático, en lugar de columnas de utilizan estípites, adornadas con ristras de frutos talladas en sus frentes
Detalle
El retablo está dedicado a la Virgen y presidido en la calle central, en el segundo cuerpo por la imagen de Santa María la Mayor, la titular de la catedral. La Virgen es representada sedente, con el Niño en brazos y flanqueada por querubines. Fue realizada en 1464. Entre los adornos de plata que la engalanan destaca la corona realizada en 1488.
Detalle sagrario móvil
En el primer cuerpo de la calle central y ocupando parte de la predela que está colocada sobre un basamento y decorada con relieves como la Santa Cena y un relicario con restos de varias santas, encontramos el tabernáculo o sagrario, todo él tallado y decorado con relieves alusivos a la Eucaristía. Este sagrario es movible según las festividades del año litúrgico
En los cuerpos superiores se representan los grupos de la Asunción de la Virgen (tercer cuerpo) y la Coronación de la Virgen (cuarto cuerpo), ambos tallados por Juan de Anchieta
En las cuatro entrecalles se encuentran representado el apostolado completo, con tres apóstoles por cada entrecalle. Y en su culminación los cuatro evangelistas.
Detalle
En las calles laterales se representan escenas de la vida de la Virgen, hasta un total de ocho; en la calle lateral izquierda y de arriba abajo Santa Ana, la Virgen y el Niño, el abrazo de Joaquín y Ana ante la puerta dorada del templo, el nacimiento de la Virgen y por último la presentación de la Virgen el  templo. Mientras que en el lado derecho y también de arriba abajo las representaciones son: Santa Isabel con su hijo Juan y la Virgen con Jesús, la Anunciación del ángel a María, la Visitación de la Virgen a su prima Isabel y la Presentación del niño Jesús en el templo.
Sobre la cornisa del frontón que cierra la calle central se eleva un Calvario exento y sobre los cuerpos laterales hay figuras también exentas de santos y arcángeles custodios.
Arcosolio con la estatua yacente
   del infante Juan de Castilla
En el presbiterio se conservan algunos sepulcros góticos, que contienen los restos mortales de tres miembros de la realeza castellana: el del infante Juan de Castilla el de Tarifa, que fue hijo del rey Alfonso X de Castilla, su sepulcro es de apariencia sencilla, y sobre su tapa se encuentra colocada su estatua yacente, en la que el difunto aparece portando sus armas y blandiendo su espada. El de Sancho de Castilla hijo ilegítimo de Alfonso XI y el de Beatriz de Portugal, hija de Pedro I de Portugal y esposa de Sancho de Castilla.
Finalmente frente al presbiterio, limitando con las naves laterales por unas rejas del siglo XVII , en la parte delantera de la nave, se muestra actualmente una réplica de la imagen de Santa María la Mayor. En el presbiterio se encuentran colocados seis grandes candelabros de plata que fueron ejecutados en 1757 por el platero salmantino Manuel García Crespo.

El trasaltar
Trasaltar
Otra de las joyas que podemos encontrar en la catedral de Burgos, se encuentra en la girola, más concretamente en el trasaltar y es, o mejor dicho son, los cinco retablos pétreos del trasaltar, ocupan los huecos de los arcos entre seis pilares y están construidos con dos tipos de piedra caliza de distinta porosidad y donde la humedad y las sales provocan un deterioro continuo.
Camino del Calvario de
Vigarny
 Tres de ellos, los centrales: “Camino del Calvario”, “La crucifixión” y “el Descendimiento y Resurrección”, son obras de Felipe Vigarny, realizadas hacia finales del siglo XV y comienzos del XVI.
Los otros dos, los de las esquinas, primero y quinto son los de “la Oración en el huerto” y “la Ascensión”, más recientes, ya barrocos, datan de 1679 y fueron ejecutados por Alonso de los Ríos.
La oración del huerto de
Alonso de los Ríos
Todos ellos componen un verdadero conjunto pétreo donde los personajes parecen surgir de la piedra sin labrar. El de “la Crucifixión” y el “Descendimiento” de Vigarny, están gravemente dañados por el mal de la piedra y están en un proceso complejo de restauración

Transepto
El transepto ocupa, en una sola nave, todo el espacio entre los dos portales norte y sur, esto es, entre la puerta de Coronería, al norte y la puerta del Sarmental, al sur. Es la nave perpendicular a la nave central y junto con ella produce esa configuración de planta de cruz latina, siendo el crucero el espacio que ambas naves determinan cuando se cruzan. En él hay tres elementos  destacar por su belleza: el cimborrio, en el crucero, la llamada Escalera Dorada, en el hastial norte y el enterramiento del Cid y su esposa Jimena, en el suelo del crucero. Veámoslos

Cimborrio
El cimborrio que hoy vemos en la Catedral de Burgos, sin querer desmerecerlo, es del siglo XVI, obra de Juan Vallejo y de estilo plateresco.
Cimborrio exterior
Hubo un cimborrio anterior, llamémosle el cimborrio original, que fue diseñado y construido por Juan de Colonia, por encargo del obispo Acuña.
 Juan de Colonia levantó  en el crucero un cimborrio de estructura atrevida, muy alta y elegante que adoptó la forma de una tercera torre catedralicia. Al parecer y según descripciones de la época estaba adornado por muchas columnas y aparecía coronado de ocho chapiteles, estructura ella que, seguramente fue  la causa de su estrepitoso hundimiento en la noche del 3 al 4 de marzo de 1539. La obra se derrumbó al ceder sus pilares del lado norte y arrastró consigo varias bóvedas. El accidente tuvo lugar de madrugada y no causó víctimas.
El cabildo reaccionó rápidamente promoviendo la construcción de un nuevo cimborrio.
El propio Vigarny realizó, al parecer, unos diseños para el nuevo cimborrio; cimborrio que, finalmente, se reconstruyó siguiendo los planos de uno de sus discípulos Juan de Langres y bajo la dirección de Juan de Vallejo. Aunque fue construido en pleno renacimiento contiene concesiones y recuerdos del gótico tardío, pero hábilmente armonizados con el perfil gótico de la Catedral.
Tiene una altura de cincuenta metros desde la base y todo el conjunto descansa sobre cuatro enormes pilares circulares con lo que se intenta  prevenir el desastre del anterior cimborrio.  Estos enormes pilares refuerzan el impacto visual del tambor central.
      Cuatro trompas permiten el paso hacia una estructura de prisma octogonal dividida en un doble cuerpo de luces; en cada uno de sus ocho lados se abren dos grandes ventanales amainelados con vidrieras que permiten una intensa iluminación del interior. Los ocho lados de la linterna están cuajados de una densa decoración de inspiración renacentista, en la que se entremezclan numerosas esculturas, relieves, escudos nobiliarios y otros elementos decorativos
Y cerrado todo ello por una espectacular bóveda estrellada de doble estructura, con forma de estrella de ocho puntas y que entre sus nervios encierra una filigrana con abundantes caladuras, solución arquitectónica que, por un lado, aligera el peso de la estructura y, por otro lado, permite que la luz cenital se filtre e ilumine el trabajo escultórico de alrededor.
Pináculos
Al exterior cada uno de los cuatro pilares  y cada uno de los ángulos de la estructura octogonal están rematados por esbeltas agujas con pináculos y chapiteles, acompañadas de un excelente programa escultórico y decorativo, que permite conjugar el estilo renacentista plateresco con el gótico final, y lejos de desentonar producen una sensación de unidad al conjunto. Y el perfil resultante es, todavía, básicamente gótico.
Todo él es un prodigio de escultura, tanto en estatuas exentas como en relieve; hasta un total de ciento diez estatuas de tamaño real y transportables se distribuyen en todo su ámbito exterior e interior. De él decía Felipe II, absorto en su contemplación, “que más parecía obra de ángeles que de hombres”.

Sepulcro del Cid
Debajo, mucho más sobria, una simple losa de mármol con la inscripción, pero no por ello menos atractiva, e encuentra desde 1921 la última tumba donde está enterrado el Cid Campeador -Rodrigo Díaz de Vivar- junto a su esposa, Doña Jimena; o, al menos de los restos que no se perdieron durante los traslados a los que fueron sometidos durante siglos y al expolio que las tropas napoleónicas realizaron en el cercano monasterio burgalés de San Pedro de Cardeña. En la capilla del Corpus Christi, se conserva el llamado “cofre del Cid”, sobre el que reza una leyenda en la que el Cid con él engañó a los judíos para obtener dinero para sus campañas, aunque al parecer la realidad es que sólo servía para guardar papeles del cabildo.

La escalera dorada
En el fondo del hastial norte del transepto se encuentra esta singular escalera que adquirió tanta fama que sirvió de modelo a la grandiosa escalera de la Ópera de París, realizada por Charles Garnier.
Escalera Dorada
La escalera dorada con sus escalones pone en comunicación a la catedral con la actual calle de Fernán González a través de la puerta de Coronería, salvando de una manera muy  original el desnivel de casi ocho metros.
Al realizar la nueva catedral gótica, y por necesidades técnicas y de ampliación de espacios se produjo ese desnivel de ocho metros que fueron salvados con una escalera, probablemente románica, pero de la que no se tiene información sobre su ejecución.
 La escalera románica debía hallarse en mal estado por el uso abusivo de peregrinos y vecinos de Burgos que la utilizaban como medio de comunicación de la parte alta de la ciudad con el mercado que se desarrollaba en la Plaza Mayor, al otro lado de la catedral. 
Al mismo tiempo, año 1516, sobre el brazo norte del crucero, en su muro oriental, se había practicado una entrada a nivel del suelo de la catedral, puerta de la Pellejería. Esta puerta fue realizada por Francisco de Colonia, y suponía la nueva entrada, pero veía restringido su acceso al templo por el espacio que ocupaba la anterior escalera de estilo románico, por lo que el obispo Juan Rodríguez de Fonseca, con la oposición del cabildo, ordenó su derribo ese mismo año. Tres años más tarde el obispo propone, ahora con el visto bueno del cabildo, la ejecución de otra escalera ocupando el espacio de la anterior románica y encarga su ejecución al arquitecto burgalés, recién venido de Italia, Diego de Siloé, hijo de Gil de Siloé, quien la comienza en1519 y termina en 1523.
Diego de Siloé se encuentra con un doble problema, por un lado el gran desnivel de ocho metros respecto a la puerta de Coronería y por otro los apenas dos metros de paño lateral que deja libre la puerta de Pellejería para ejecutar el desarrollo de la escalera. Con estas premisas Siloé diseña una escalera en forma de T, en la que hay cinco tramos, uno en el arranque, perpendicular al muro que sustenta la escalera y los otros cuatro, simétricos dos a dos, siendo éstos de ida y vuelta paralelos al muro norte, creando un zigzag ascendente, hasta alcanzar la Puerta de la Coronería. La rampa inicial, aparece centrada, es el enlace con el crucero, compuesto por cuatro escalones semicirculares en su inicio, sin pasamanos, son convexos y más grandes que el resto, contribuyendo ello a proporcionar profundidad. Continúa con otros nueve peldaños con pasamanos pétreos decorados con grifos al inicio y jarrones al final, para situarnos en la primera meseta a la que se abre un arco central a modo de hornacina.
Desde esta meseta, arrancan dos tramos divergentes de once peldaños cada uno hasta llegar a su respectivo rellano, que apoyan ambos en los muros adyacentes del crucero y descargan su peso en dos arcos bajos laterales, algo menos profundos que el central pero que subrayan la simetría del conjunto. Hay que señalar, que se debió afinar el cálculo para que la suma de las contrahuellas de este tramo, más las del tramo inicial, superasen el dintel de la Puerta de la Pellejería. Desde las pequeñas mesetas pegadas a los muros, arrancan otros dos tramos ascendentes en dirección contraria a los anteriores, de otros tantos peldaños, para unirse en una meseta común a la altura del portón, que actualmente se encuentra cerrado, y que se ensancha con una ménsula semi-hexagonal volada a modo de púlpito con su antepecho adornado con los medallones de San Pedro y San Pablo.
La escalera está integrada  perfectamente en la estructura arquitectónica del templo, en especial con el crucero, cuya planta también poligonal encuentra afinidad con la ménsula que remata la meseta superior.
Escalera Biblioteca Laurenciana
Está inspirada en modelos del renacimiento italiano: de Bramante (Cortile Belvedere en el Vaticano, ya desaparecido) y de Miguel Ángel (Biblioteca Laurenciana), tanto en la arquitectura, como en la decoración, con una gran riqueza iconográfica: grutescos, bichas, temas vegetales y zoomorfos.
La barandilla, antepecho y pasamanos, de hierro forjado sobredorado, fueron realizados por el maestro Hilario. Especial mención merece la rejería de la zona superior, aquella que puede actuar como púlpito,  y en la que aparecen dos medallones representando a San Pedro y San Pablo.
La barandilla se dorna en los tramos divergentes con fantásticas flores, y cabezas de ángeles y por medio de bichas erguidas que sostienen medallones con cabezas humanas en los convergentes. En los antepechos de los rellanos se embellece con los escudos del Cabildo a la izquierda y del Obispo Rodríguez de Fonseca. 
Debajo de las mesetas laterales, están esculpidas en relieve, dos figuras masculinas desnudas que, portando cada un cartel, cabalgan animales imaginarios. Al lado de ambos aparece un elegante emblema de la práctica arquitectónica, se trata de una «rúbrica» que Siloé sitúa bien a la vista casi para subrayar, el orgullo de quien, como él, había adquirido el conocimiento y el pleno dominio de las reglas de la composición arquitectónica: una escuadra, un compás y el nivel, que aparece colgado de un ovillo de hilos unido a la pared por un grueso clavo.  La forma diferente de las dos cartelas, la de la izquierda de lados rectos y regulares, y la de la derecha por el contrario de silueta informe, ha hecho pensar en una posible alusión respectivamente a la buena y a la mala práctica arquitectónica.
Se cuenta que fue Napoleón la última persona en bajar por esta escalera. Y actualmente la puerta de la Coronería se encuentra permanentemente cerrada, perdiendo su uso para el tránsito público y tan solo se utiliza en Jueves y Viernes Santo, engalanada e iluminada por gran número de velas, para instalar en ella la custodia con el Santísimo Sacramento.

Coro
Actualmente se encuentra situado inmediatamente después del crucero, si nos dirigimos hacia los pies a través de la nave central, ocupando tres tramos y centrado en ella.  Con anterioridad, el primer coro, de estilo gótico y hoy desaparecido, estaba situado en el presbiterio, en los flancos del viejo retablo mayor, siguiendo el modelo francés, donde el coro capitular se ubica siempre en la cabecera. En 1505 se decidió sustituir la vieja sillería  gótico por una nueva de tres alturas tallada en estilo renacentista plateresco. En 1522 el coro fue trasladado desde el presbiterio a la ocupación actual.
El elemento más destacado del coro catedralicio actual es la sillería de nogal y boj formado por 103 asientos con forma de U y que constituye, en si, un monumental conjunto escultórico. En su mayor parte labrado, entre 1505 y 1513, en estilo plateresco, por Felipe Bigarny, pero en el que también participaron otros artistas como Diego de Siloé, Andrés de Nájera o García de Arredondo que realizó la cátedra para el arzobispo siguiendo el gusto renacentista romanista de la época, cada uno de ellos con sus respectivos talleres. 
En general la iconografía del conjunto es eminentemente religiosa con escenas del Antiguo y el Nuevo Testamento, y otras del santoral cristiano. Y es el resultado de tendencias artísticas diferentes tanto en su estructura, como en los relieves, adornos y taraceas, pero que consiguieron dar una aparente sensación de uniformidad.
En el plano inferior hay 44 asientos que llevan tallados en sus respaldares el santoral de la Iglesia y algunos pasajes de la infancia de Cristo. El nivel alto dispone de cincuenta y nueve sillas separadas por columnas y están adornadas con relieves de la vida de Cristo, desde la Anunciación hasta la Resurrección y aparición a Santo Tomás. Toda ella está rematada con un friso a modo de dosel corrido, que presenta paneles tallados con escenas del Antiguo Testamento, separadas con estatuillas de profetas y santos.
Asiento o estalo con
             misericordia
La parte anterior del coro, que asoma  al crucero de la catedral, fue limitada por una reja que realizó Juan Bautista Celma en 1602 con diseños de Gregorio Martínez y que remató con un Calvario.  A partir de 1619, se esculpió en estilo clasicista la hilera transversal que cerró la nave  configurando la actual planta en forma de U y las partes menores de la sillería paralela al eje.
Además de ello, en este espacio encontramos, dos órganos, el uno barroco y el otro neoclásico, un hermoso facistol culminado por una Inmaculada y el bulto yacente del obispo Mauricio, que también se encontraba en el presbiterio, obra gótica del siglo XIII tallada en madera y recubierta de cobre repujado con apliques de pedrería y esmaltes de Limoges.
Exteriormente, en paralelo al hastial de los pies de la Catedral, el conjunto coral se resuelve en un trascoro de estilo barroco clasicista de principios del siglo XVII,
Frontal del trascoro
El frontal del trascoro, mirando a los pies de la nave, se construyó con ricos materiales en 1626 a modo de retablo marmóreo articulado en tres calles y rematado con una solución arquitrabada con balaustrada y embolados; las calles laterales vienen delimitadas por dos pares de columnas corintias de marcado éntasis y fustes estriados, ocho en total, en cuyos intercolumnios se abren sendas hornacinas que acogen dos esculturas de alabastro: San Pedro con el símbolo de las llaves y San Pablo con la espada; la calle central consiste en un arco de medio punto en arcosolio donde se encaja un lienzo del siglo XVII que retrata a los santos ermitaños Antón y Pablo, atribuido al flamenco  Van der Hamen.

Habiendo gustado este frontal del trascoro, se procedió a guarnecer del mismo modo los laterales, colocándose en los nichos una serie de seis lienzos del monje benedictino fray Juan Ricci dedicados a San Antonio, San Francisco, Santa Céntola y Santa Elena, Santa Victoria, Santa Casilda, y San Julián de Cuenca, tratándose los cinco últimos de santos burgaleses o con reliquias conservadas en la catedral. Estos seis cuadros barrocos se disponen tres a cada lado, presidiendo unos arcosolios concebidos como pequeños altares.

El Papamoscas
El Papamoscas es un autómata de la catedral de Burgos. Se desconoce cómo fue a parar allí aquella figura chusca del Papamoscas, pero su origen seguramente proceda de algún taller de relojeros venecianos. 
Ya desde el siglo XIV la presencia de relojes en la catedral de Burgos está documentada y es en el siglo XVI donde, siguiendo la moda de otras catedrales europeas, el reloj es sustituido, con el visto bueno del cabildo, por un autómata, el papamoscas, remodelado más tarde a mediados del siglo XVIII, donde aparece con la configuración actual.
Se trata de una figura de medio cuerpo que se asoma sobre la esfera de un reloj. Viste al estilo cortesano con una casaca encarnada, abotonada por delante y ceñida por un cinturón verde y con los cuellos terminados en punta, bocamangas y hombreras también de color verde. Los rasgos de su rostro son mefistofélicos y muestra una partitura en su mano derecha. Con esta misma mano empuña la cadena del badajo de una campana. Cada hora en punto se acciona un mecanismo que mueve el brazo que provoca los campanazos.  Está ubicado en lo alto de la nave mayor, en la parte superior del ventanal izquierdo, según se accede por la puerta de Santa María, del primer tramo de la basílica sobre el triforio, a unos 15 metros de altura, cerca de la bóveda.
La mejor hora para ver en marcha al autómata es, lógicamente, las doce del mediodía, cuando da doce golpes y abre y cierra doce veces la boca.
El papamoscas ha inspirado muchas coplas y canciones populares, apareciendo en  los escritos de autores de renombre como Víctor Hugo o Benito Pérez Galdós y se ha convertido en  un símbolo y, como tal, alberga una leyenda.

El Martinillo
A la izquierda del Papamoscas, a menor altura y de menor tamaño, pero de cuerpo entero, se sitúa en un balconcillo otro autómata llamado Martinillo que se encarga de señalar los cuartos. En este caso, mueve ambos brazos y acciona las dos campanas que le flanquean. Cada cuarto de hora está señalado por dos campanadas, más agudas que las del Papamoscas.

Claustro alto.
Una de las primeras ampliaciones que se realizaron tras la consagración de la catedral en 1260 fue la construcción de un claustro nuevo que sustituyese al anterior románico. Lo situaron junto a la cabecera de la catedral, en el ángulo formado por las capillas del lado sur de la girola y el brazo oriental del hastial sur del transepto.
         Al hallarse construida la catedral en la falda del cerro del castillo, hubo que realizar un claustro de doble piso, para poder salvar el desnivel que había hasta la calle Virgen de la Paloma.
El claustro de esta catedral, es obra de finales del siglo XIII, de planta rectangular algo irregular, con seis arcos en los lados oriental y occidental y siete en los lados norte y sur. Y se da la circunstancia de que el piso principal es el segundo, puesto que es la que se encuentra a la altura de la catedral.
La planta baja, muy sencilla, a nivel de calle, se dedicó a fines sociales, comerciales y a servicios diversos de la propia catedral.
Este claustro bajo durante siglos sirvió de cementerio, fue construido unos diez años antes que el sobreclaustro y, a pesar de haber sido rebajados sus suelos, es bastante menos esbelto; fue restaurado, prácticamente rehecho siguiendo criterios “puristas” del neogoticismo a finales del XIX comienzos del XX, se rebajaron los suelos, se repuso las tracerías en sus arcadas, excepto en las de la galería sur que servía de pasaje público paralelo a la calle La Paloma; también colocó ángeles junto a los pilares y vidrieras de mosaicos multicolores en las arcadas de ambas plantas. 
Galería claustro Bajo
Actualmente, esta planta baja en sus galerías y distintas dependencias, alberga un centro de interpretación de la construcción de la catedral y en ellas se exponen restos arqueológicos y escultóricos pertenecientes a la catedral románica, incluso maquetas o elementos desechados en las sucesivas restauraciones de la gótica; así como paneles informativos sobre los procesos de construcción y restauración de la catedral gótica.
Galería Claustro Alto
Sobre este claustro bajo se levanta la planta noble o claustro Alto. El sobreclaustro, o claustro alto, es obra del maestro Enrique desde 1265 hasta su fallecimiento, concluyendo la obra el maestro Juan Pérez. Sus galerías se cubren con bóvedas ojivales de crucería simple, cuatripartita, y sus grandes ventanales, de arco apuntado, llevan triple mainel y tracería de tres óculos cuadrilobulados. Está dedicado al servicio religioso y culto: procesiones litúrgicas, lugar de enterramiento de obispos, canónigos, etc…
Machón de la Epifanía
Machón con los príncipes
            hijos de Fernando III
El claustro alto se convierte, así, en un homenaje a los Reyes y Obispos que construyeron la catedral, quedando ellos inmortalizados en magníficas esculturas bajo las arquivoltas de los arcos ciegos de los muros, brillantemente decoradas, al igual que los capiteles con elementos vegetales de racimos y hojas de parra, higuera y roble. Y, sobre todo, la decoración historiada de sus cuatro pilares angulares, machones, en los que se apoyan otros tantos grupos escultóricos que representan la Anunciación, la Epifanía y sendos grupos de personajes relacionados con la construcción de la catedral, como el del grupo escultórico con los cuatro príncipes coronados, hijos del rey Fernando III el Santo, esculturas de suma elegancia y de gran belleza.
También, bajo arquería ojival, las esculturas policromadas del rey Fernando III y su esposa Beatriz, que evocan su boda, celebrada en la anterior catedral, con el gesto del rey entregando el anillo a su esposa, Beatriz de Suabia y en el tramo norte, la escultura del obispo D. Mauricio, fundador de la catedral, procedente del parteluz de la portada del Sarmental y trasladada a este lugar en el año 1960 ante el grave estado de deterioro que presentaba. Las imágenes de los apóstoles también policromadas de San Pablo, San Pedro o Santiago Peregrino.  Estatuas con personajes, o escenas del Antiguo Testamento, como el sacrificio de Isaac.
Sepulcro del canónigo
Diego de Santander
Bajo los arcos ciegos ojivales de los muros laterales de las otras tres galerías se reparten numerosos sepulcros de los siglos XII al XVI, de un gran valor histórico y artístico. La  mayor parte de ellos en estilo gótico y renacentista, perteneciente a personajes que fueron canónigos de la catedral y realizados por grandes escultores como Diego de Siloé.
Entre las galerías  norte y oeste se halla emplazada la pequeña capilla de San Jerónimo o de Mena, obra de Juan de Vallejo, del siglo XVI. Con planta cuadrada, cubierta con bóveda de crucería estrellada. 
Retablo

En ella destaca el retablo manierista tallado en madera de nogal, dorado y policromado, obra atribuida a Diego Guillén, que se inspira en las tallas del retablo mayor de la capilla de los Condestables y que consta de tres cuerpos y cinco calles. El grupo escultórico del Entierro de Cristo y las tallas de San Jerónimo penitente y de Cristo atado a la columna, ocupan la calle central, estando coronado en su ático por la figura del Padre Eterno.
También es de gran interés, en esta capilla, el sepulcro renacentista, con estatua yacente, situado bajo el ventanal adosado al muro derecho, y en el cual destaca el relieve de la Venida del Espíritu-Santo y la propia estatua yacente de D. Francisco de Mena, canónigo de esta catedral y mecenas de la capilla.
Se accede al claustro, por el interior de la catedral a través de una portada,  diseñada a finales del siglo XIII, probablemente, por el maestro Enrique y tallada por Gil de Siloé en roble.
A  todo el conjunto se le denomina la Puerta del Paraíso o Puerta Negra, aunque, cuando la puerta conservaba su policromía, era denominada “Puerta Dorada”, término con un profundo significado religioso y es que los claustros eran considerados paraísos.
Puerta del Paraíso
Se trata de una portada interior, habitualmente cerrada, que comunica el claustro con el brazo meridional del crucero.
Históricamente esta portada se concluyó hacia 1270. La estructura y las imágenes  reflejan el estilo del llamado gótico radiante, con sus figuras monumentales, no estilizadas y el tratamiento de las telas y los rostros muy naturalista. Comparable a la portada del Sarmental. Es atribuida al Maestro Enrique, constructor del claustro.
Las puertas son realizadas hacia 1495 por Gil de Siloé, que recibe el encargo del Obispo D. Luis de Acuña. A pesar de los 225 años de separación entre portada y puertas, el programa iconográfico es complementario.
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La chambrana, moldura exterior, está decorada con vegetales y se apoya en dos ménsulas con forma de cabeza, la de la izquierda, según la tradición, representa a San Francisco que observa atentamente  lo que se narra en la portada.
En el tímpano aparece el Bautismo de Jesucristo en el Jordán a manos de Juan el Bautista, en ese momento el cielo se abre y desciende el Espíritu Santo en forma de Paloma. Mientras en las dos arquivoltas, hay catorce estatuillas que representan a patriarcas, profetas y reyes de Israel, es la genealogía humana de Cristo, el árbol de Jesé, iconografía recurrente del arte gótico. Dos grupos de tres personajes cierran a derecha e izquierda las esquinas del tímpano.
En las jambas, entre columnas corintias que acaban en pináculos, bajo tracerías trilobuladas apuntadas a modo de doseletes y con estructuras arquitectónicas en su parte superior, se encuentran grupos escultóricos relacionados con la venida de Jesús. Así en la jamba derecha aparecen representados el rey David y el profeta Isaías, que anunciaron la venida terrenal de Cristo, mientras en la jamba izquierda el grupo representa la Anunciación del Ángel a María. El ángel aparece sonriente, en lo que se puede considerar un acercamiento al de la catedral de Reims.
A lo largo del dintel y en la parte inferior de las jambas aparece una decoración heráldica con castillos y leones, consecuencia de la asociación que se daba en el medievo entre la religión y la monarquía.
Jesús en Jerusalén / Descenso de Cristo al limbo
Las puerta, o mejor dicho las hojas de las puertas como ya he dicho con anterioridad datan de fines del siglo XV y son obra de Gil de Siloé. En realidad completan el programa iconográfico de la portada, ya que representa en una de las hojas la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, montana en un burro, rodeado de los apóstoles y personajes que tienden sus ropajes por donde pasa Jesús y le vitorean. En la otra hoja, la de la derecha, aparece Cristo resucitado, tendiendo la mano a Adán y Eva, que salen del Limbo, es el Descenso de Cristo al Limbo de los Padres, representado este en un gran dragón que arroja por su boca a los justos que vivieron antes de Cristo.
En el mainel simulado se halla la imagen de la Virgen con el Niño y otros santos; finalmente en la parte baja se abren dos portezuelas con los altorrelieves de San Pedro y San Pablo.

Capilla del Condestable
Capilla del Condestable exterior
“Una catedral dentro de otra catedral”, es como muchos han definido a esta obra. Edificada al fondo de la nave principal, es una capilla funeraria de planta centralizada,  preludio del inminente renacimiento, levantada sobre la capilla central de la  girola de la catedral y las ruinas de un antiguo solar de viviendas, que sustituyó a la primitiva capilla gótica dedicada a San Pedro, que ahora se convierte en vestíbulo del nuevo recinto funerario, con la Anunciación en las jambas, los dos antiguos sepulcros en los laterales y la reja de entrada en la capilla.
Tal vez es, si no la más importante, que a mi juicio lo es, la más llamativa de todas las capillas que hay dentro de la catedral.

Esta gran capilla fue encargada por los Condestables de Castilla Pedro Fernández de Velasco y Mencía de Mendoza y Figueroa, hija del Marqués de Santillana y hermana del Cardenal Mendoza, que dirigió los trabajos durante las ausencias de su marido, para servir de panteón familiar y aunque su denominación popular sea la de Capilla del Condestable (o de los Condestables), su nombre exacto es Capilla de la Purificación de la Virgen, a la que estaba consagrada.
Fue la duquesa la que se encargó, durante las ausencias de su marido por motivos de índole política, de la administración de los bienes y rentas familiares, y de la complicada negociación con el cabildo para lograr convertir la capilla central de la girola en su recinto funerario. Ella también fue la que escogió a Simón de Colonia como arquitecto de la Capilla, además de encargarse de las de la Casa del Cordón en la ciudad de Burgos y de la Casa de la Vega, una finca en Gamonal, de ahí que la leyenda cuente que al regreso del marido de la conquista de Granada ella le dijera:
“ya tienes palacio en el que morar, quinta en que holgar y capilla en que orar y te enterrar”.
Capilla con la ubicación de los
                 Condestables
Arquitectura de la capilla
La arquitectura se debe a Simón de Colonia, hijo de Juan de Colonia, maestro de obras de la catedral de Burgos, quien comenzó las obras en 1482 y la termina en 1496. El espacio proyectado por Simón de Colonia se completaba con una sacristía a la que se accedía por un arco escarzano y que hubo de terminar su hijo, el también arquitecto Francisco Colonia, en 1517.
Se trata de una gran construcción entre la transición del gótico, última etapa o flamígero, al incipiente renacimiento, en lo que se ha dado en llamar, también gótico isabelino. La capilla, situada en el eje longitudinal de la catedral, parece incluso entrar en competencia con el cimborrio del crucero
Planta de la capilla
Simón de Colonia adaptó el solar irregular de la capilla para construir, con una refinada ejecución, un espacio hexagonal en su base. Con muros calados con ventanas y provistos de múltiples pilares en los rincones, a los que corresponden los contrafuertes de ángulo que se observan en el exterior.
Cubierto ese espacio, a partir de un doble claristorio, por una bóveda estrellada, octogonal, con un corto eje longitudinal que alinea la entrada de la capilla con el retablo central y con el eje longitudinal de la catedral, y con su zona central -en torno a la clave principal- calada y acristalada, para ello se vaciaron los plementos de la bóveda, de tal manera que, se garantizara la entrada de una intensa luz cenital en toda la estancia, pero sobre todo sobre el sepulcro central de los condestables, provocando un gran impacto en el espectador. Toda la tracería de esta bóveda es de piedra y es una auténtica filigrana gótica que demuestra el dominio técnico de este artista.
En el alzado podemos observar claramente tres partes: primero encontramos un gran muro ciego inferior en él se asienta casi toda la escultura monumental, con un Apostolado y diferentes santos todos ellos bajo doseletes, esculturas de bulto realizadas por Simón de Colonia, y ubicadas en los pilares, junto una decoración heráldica que se convierte en la verdadera protagonista de la estancia junto al sepulcro de los condestables, con grandes escudos en los testeros que flanquean el altar mayor.
Triforio o andito
A continuación, antes de llegar al doble claristorio, encontramos un andito (especie de triforio) de arcos ligeramente apuntados con una exquisita decoración angrelada , enmarcados, a su vez, por otros conopiales rematados con heraldos con los estandartes, y de nuevo la heráldica en los antepechos, con escudos sostenidos por dos salvajes en el lado del Evangelio y por dos mujeres coronadas, también velludas, en el de la Epístola.
Claristorio
Por encima del andito encontramos un doble claristorio de ventanas tripartitas de tracería gótica con vidrieras. En los ventanales bajos se desarrolla el Ciclo de la Infancia de Cristo y en los superiores aparecen santos.
También hay que mencionar las curiosas trompas de intersección utilizadas por Simón de Colonia, para enlazar la capilla de los condestables con la estructura de la capilla de San Pedro (ahora vestíbulo o antesala de ella).
De esta forma Simón de Colonia  creó, al mismo tiempo, un edificio anejo pero virtualmente independiente a la catedral, porque conforma un templo propio incluso con su propia sacristía.
Don Pedro murió en 1492 y doña Mencía en 1500, cuando todavía no estaba terminada la decoración de la capilla. El programa iconográfico se proyectó dividiendo el espacio en dos ámbitos canónicos, con el femenino al lado de la Epístola y dedicado a doña Mencía, y el masculino en el Evangelio, dedicado a don Pedro.
En 1517 Francisco de Colonia añadió una sacristía en la que destaca la portada, con una ornamentación plenamente renacentista, consistente en un pequeño vano de dimensiones funcionales con arco escarzano decorado con hojas de acanto, y flanqueado por pilastras con grutescos.
Muchos consideran que esta capilla es la expresión suma del gótico flamígero y que sirvió como modelo de esta tipología de abovedamiento en la península.
Retablos
En ella encontramos tres retablos extraordinarios. El central, o retablo Mayor, de estilo renacentista, es obra de Diego de Siloé y de Felipe Vigarny y fue realizado entre 1523 y 1526 (ya fallecidos los condestables).
Retablo Mayor
Su arquitectura es muy original: el tema principal (la Purificación de la Virgen) ocupa todo el primer cuerpo, para algunos está concebido como si fuera un escenario, con esculturas de tamaño natural en las que se aprecia la diferencia de estilo entre Vigarny y Siloé (este último más sencillo, delicado y dulce, sobre todo para los temas femeninos). La policromía del retablo estuvo a cargo de León Picardo, dorador-estofador de retablos.
Predela con el Nacimiento de Jesús
La predela o banco está adornada por tres relieves que representan, respectivamente, la Anunciación de la Virgen, el Nacimiento del Niño Jesús y la Visitación, estas dos últimas son obra de Siloé, y principalmente el de la Visitación es muy bello.
Presentación de Jesús en el templo
El cuerpo central del retablo está ocupado por una sola escena de gran tamaño, enmarcada dentro de una original hornacina a modo de escenario teatral. Representa la Presentación de Jesús en el Templo, y en ella trabajaron los dos maestros no siendo difícil deslindar la parte correspondiente a cada uno,  la parte de la Virgen es de Siloé, mientras que la parte de los sacerdotes, más realista y menos idealizados, es de Vigarny.
El cuerpo alto, desarrollado en forma de tabernáculo ovalado está flanqueado por otras dos grandes imágenes que representan la Ley de Gracia o Iglesia judaica y la Ley Escrita o Iglesia cristiana, la primera, personificada por una joven, y la segunda, por un venerable anciano en actitud imponente, levantando en una de sus manos las tablas de la Ley. En el centro de este mismo cuerpo se hallan representadas las escenas de la Oración del Huerto, Jesús atado a la columna y el Señor con la Cruz a cuestas, en sus respectivas hornacinas.
Calvario
En el calvario que remata este retablo Cristo y los dos ladrones son de piedra, posiblemente vestigios del antiguo retablo, al igual de otras pequeñas figura que jalonan el retablo. El estofado de las figuras, al igual que en el retablo de Santa Ana, es de Picardo
En el frente lateral derecho, lado de la epístola y ámbito de doña Mencía, el retablo de Santa Ana, considerado el más antiguo de los tres de la capilla y obra en su mayor parte realizada por Gil de Siloé, con colaboración de Vigarny y acabada por su hijo Diego con policromía de León Picardo también. Protagonizado por santas. Se cree que con ello, se mostraba las cualidades de la condesa.
Retablo de Sta. Ana
Consta de tres cuerpos terminados en un alto dosel a imitación de una de las agujas de la catedral. Presidido por una imagen de “Santa Ana triple” (Santa Ana, la Virgen y el Niño), reúne una serie de imágenes de santas con excepción de un “Cristo muerto” sostenido por dos ángeles dolientes obra de Diego de Siloé y situado en el nicho central del cuerpo bajo. También se le conoce como “de las Once Mil Vírgenes” por las figuritas de santas que aparecen.
Simétrico a este, en el frontal izquierdo, lado del evangelio y ámbito de don Pedro, se halla  un retablo renacentista dedicado a San Pedro, patrón del condestable y obra de Felipe Bigarny y Diego de Siloé con policromía de León Picardo. Cuenta con las esculturas de San Pedro, los Apóstoles y diferentes santos fundadores de órdenes religiosas: Francisco, Jerónimo, Benito y Domingo, órdenes religiosas que la familia había protegido. La aparición de San Jorge, está en relación con las virtudes que formaban parte con el ideal de los caballeros.
Retablo de S. Pedro
A la izquierda de este retablo se halla el tríptico de la Virgen con el Niño, realizado por el conocido “Maestro del follaje bordado”, pintor flamenco del último cuarto del siglo XV, caracterizado por la minuciosidad con que pintaba las flores y las plantas, hasta tal punto que parecen auténticos mosaicos, en las tablas laterales, sobre un fondo negro, se escribieron unos textos alusivos a la Virgen.
Tríptico de la "Virgen con el Niño"
Sepulcros
En la capilla permanecen varios sepulcros góticos que pertenecían a la primitiva capilla de San Pedro y que los condestables respetaron al construir la suya. Ambos están en el ingreso, en arcosolios, y corresponden a dos obispos.
Las estatuas yacentes de los condestables fundadores están en el centro de la capilla,  a los pies de la escalera de acceso al presbiterio. En jaspe rojizo con forma troncopiramidal y sin ornamentación, lo que hace resaltar la blancura de las esculturas de los yacentes en mármol de Carrara. Fueron labradas, bastantes años después de la muerte de ambos por lo que no debemos considerarlas como sus retratos, sino más bien, una especie de alegoría sobre su grandeza. Las figuras de los yacentes se cree que son de dos épocas distintas y su autoría no está clara, siendo objeto de dudas y discusiones entre los entendidos, y atribuyéndose a: Felipe Bigarny, Alonso Berruguete o Juan de Lugano.
Los condestables
Detalle
El de la condesa podría haber sido realizado por Juan de Lugano, por encargo de su nieto.
Ambos muestran ricas vestiduras como símbolo de su prestigio social, él con armadura, y van acompañadas de sus atributos, don Pedro con las manos cruzadas sobre su pecho sujetando la empuñadura de la espada y doña Mencía con un rosario que cae sobre su túnica. También destacan las cartelas a los pies con los epitafios.
Justo debajo de estas esculturas hay una pequeña cripta donde yacen sus restos mortales.
Decoración
La decoración de toda la capilla es fastuosa. No hay que olvidar la importancia que adquirió la nobleza desde tiempos de Enrique II.
Toda la decoración de su interior fue pensada dentro de un programa unitario en donde escultura, pintura o rejería están al servicio de la creación de un ámbito suntuoso, que con la luz cenital, que la ilumina suavemente, crea un ambiente majestuoso solemne y señorial. 
Decoración ostentosa en todo el
             recinto
En los paramentos laterales se aprecia la ostentación de la que los condestables hacían gala con grandes escudos heráldicos que decoran las paredes desnudas, pequeños retablos y arcosolios funerarios. También se ven los retratos de los condes en sus respectivos ámbitos, el de ella bajo su escudo en el lado de la Epístola y el de él en el del Evangelio Los muros aparecen calados en la zona superior por una riquísima balaustrada y arquería de medio punto.
Clave central con la Presentación
En las claves de la bóveda aparecen los Apóstoles y los Evangelistas y dos altorrelieves con la Circuncisión y la Presentación de Jesús en el templo, atribuidas a Gil de Siloé y su taller y que también debieron pertenecer al mencionado antiguo retablo.
Entre las joyas pertenecientes a la capilla se encuentra el cuadro de la Magdalena de Giovani Pietro Rizzoli,  llamado Giampietrino, discípulo de Leonardo da Vinci, y un Cristo crucificado de Mateo Cerezo.
La Magdalena de Giampietrino
También, como he dicho con anterioridad, son de reseñar los respectivos y grandiosos escudos decorativos de las familias de los Condestables, labrados en piedra y dispuestos de forma inclinada sobre la pared y en la parte superior, en la balaustrada escoltados por personajes vellosos. El de don Pedro con su escudo escoltado por dos salvajes varones y el de doña Mencía con el suyo escoltado por dos salvajes féminas.
El exterior no es ajeno a este deseo de ostentación y de reafirmación de la importancia nobiliaria de la familia de los condestables y así  se incluyó en su decoración unos imponentes escudos y emblemas de los Velasco-Mendoza. 
Exterior
También se pueden ver la cruz de Jerusalén, las aspas de San Andrés, o el sol radiante de San Bernardino… portados, estos símbolos, por leones rampantes, pajes, ángeles o salvajes.
Entrada a la capilla
La reja de entrada a la capilla instalada en 1523, está considerada la obra maestra de  Cristóbal de Andino, gran escultor, arquitecto y orfebre. Las jambas de acceso muestran una Anunciación con características todavía góticas y el remate con templete clasicista en el que dos ángeles tenantes sujetan las armas del fundador. Está firmada en una cartela donde puede leerse “Ab Andino”.
Rntrada a la capilla
Sepulcro izquierdo
A ambos lados se conservan dos arcosolios también góticos pertenecientes a dos obispos que ya estaban en la antigua capilla de San Pedro. 
El de la izquierda aparece el obispo yacente,  en el tímpano la Virgen flanqueada por dos ángeles y en la parte inferior los apóstoles con la figura central del Salvador.
El de la derecha representa, en su parte inferior, el entierro del obispo y sobre ella aparece yacente la figura del finado.

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