Ermita de
Nuestra Señora de Ayala
Para iniciar esta entrada se me hace
necesario hacer una leve semblanza del Camino de Santiago para explicar las
consecuencias que el peregrinaje jacobeo conllevó al arte constructivo de todas
aquellas tierras por las que las influencias cistercienses se extendieron a su
paso. Y dentro de esas tierras influenciadas no puedo dejar de mencionar a la
provincia de Álava y dentro de ella me centraré, en reconocimiento a mi nieta
Ayala, en la ermita de Nuestra Señora de Ayala.
El
Camino de Santiago en Álava
De todos es conocido el tradicional y
famoso Camino de Santiago Francés de Santiago, que partiendo de Saint-Jean-Pied-de-Port, en
Francia, hace su entrada en España por
Navarra, a través de Pirineos, y cuyo primer hito es Roncesvalles,
continuando por Zubiri y Pamplona hasta Puente La Reina donde se unen los peregrinos venidos
desde Somport por el camino aragonés.
Una vez recorrida Navarra de Norte a Sur
y de Este a Oeste, el camino se adentra en tierras riojanas que a través de
Logroño, Nájera y Santo Domingo de la
Calzada llega a tierras burgalesas recorriendo los infinitos paisajes de la
meseta castellana: Burgos, Castrojeriz, Frómista, Carrión de los Condes,
Sahagún, León, Astorga, Ponferrada, o Villafranca del Bierzo con una iglesia de
Santiago, donde los peregrinos que no
consigan llegar a Santiago, pueden obtener la indulgencia o el perdón de sus
pecado.
Siguiendo el camino llegamos a tierras
gallegas a través de O Cebreiro, antigua aldea hoy restaurada, se continua por
Sarriá, que se encuentra muy cerca de los últimos 100 kilómetros de
camino, la distancia mínima que hay que recorrer a pie para ganar la
Compostela, Melide donde el Camino Primitivo o “Camino de Oviedo” y
el Camino Francés se unen o Arzúa que es donde se juntan
el Camino del Norte o
“Camino de la Costa” y el Camino Francés para llegar por fin
al Monte do Gozo desde donde los peregrinos divisan, por primera vez, la ciudad
de Santiago y su catedral, lo que era, y sigue siendo, un momento de gran
felicidad. De ahí el origen del topónimo.
Uno de los ramales
alternativos a los que llegaban a través de Roncesvalles y Somport, pero menos
conocido, del Camino a Santiago de Compostela, durante la Edad Media, fue el
que comunicaba las importantes ciudades
de la costa atlántica de Francia, como Burdeos y Bayona, con las tierras
hispanas, pero desviándose por Irún y atravesando el País Vasco, por la
provincia de Álava, pasando por las proximidades de Vitoria, para desembocar en
el Camino Francés por tierras riojanas, a este ranal se le conoce con el nombre de Camino Vasco del Interior o Camino de los romanos.
Y es,
precisamente en Álava, en la localidad de Ayala, que en el pasado formó parte
del tramo de vía del Camino de Santiago conocido como Camino de los romanos por
hacer referencia a la importante vía romana, denominada Ab Asturica Burdigalan,
que unía Astorga con Burdeos y que atravesaba Álava, donde el movimiento cisterciense
dejó su impronta en la decoración y estructura sobria de las iglesias. Es en Ayala decía, donde encontramos, el templo románico mejor conservado de toda la vega alavesa, la
ermita de la Virgen de Ayala, que hoy nos ocupa.
La Ermita de Nuestra Señora de Ayala
La Ermita de Nuestra Señora
de Ayala se encuentra a un escaso
kilómetro del municipio de Alegría de Álava o simplemente Alegría (oficialmente Alegría-Dulantzi) en
la Comarca de Cuadrilla de Salvatierra, en la conocida "Llanada
Alavesa".
La Ermita o
Santuario de Nuestra Señora de Ayala, se
ubica en el solar abandonado de la que fuera la aldea de Ayala y ejerció como
iglesia parroquial de la hoy desaparecida población de Ayala, lugar del
que conserva su nombre y cuya población se trasladó, en el siglo XIV, al
cercano pueblo, con privilegios de villa concedidos por Alfonso XI en 1337, de
Alegria-Dulantzi en busca de mejores condiciones de vida. En sus alrededores se
pueden encontrar numerosos vestigios arqueológicos. Entre estos se encuentran
un pedestal y un sarcófago de piedra que formaban parte del antiguo Vía Crucis.
Esta ermita
es, sin duda, una de las construcciones más interesantes del románico rural
vasco con un edificio, amplio, hermoso y completamente abovedado.
La Ermita de
Nuestra Señora de Ayala se considera un templo tardorrománico, perteneciente al
siglo XIII, aunque es más que probable, por los vestigios que podemos observar
que esté ejecutado en varias fases y con reformas medievales.
El templo se
ha conservado en muy buenas condiciones a lo largo de los siglos, hecho que se
debe en parte a la gran devoción de la comarca a la Virgen de Ayala.
En el siglo
XIX se llevaron a cabo algunas restauraciones con lo que se evitó su
destrucción, pero no se puedo evitar la pérdida de algunos elementos
constructivos y decorativos y la modificación estructural de otros, como la
reducción de la altura del antiguo pórtico lateral, perdiendo su configuración
original.
La
singularidad de este templo es la de disponer de un pórtico o galería porticada
tardorrománica en el costado sur.
La mayor parte
del edificio está construido con pequeños sillarejos menos las partes más
nobles dedicadas a la puerta, ventanales, y galería porticada en las que se
emplea una sillería mejor tallada.
Dispone de la
habitual planta de los templos románicos rurales, esto es, una sola nave, con
tres tramos y cubierta de cañón, que se engarza con una cabecera formada por un
tramo presbiterial rectangular y un gran ábside semicilíndrico. Sin embargo, se
aprecia en este edificio una amplitud notable y una verticalidad en sus muros
que nos hablan de una obra bien hecha y con recursos económicos holgados.
Su gran cabecera
semicircular, al exterior, muestra un tambor absidial austero, casi
completamente liso a excepción de dos saeteras ojivales de iluminación rodeadas
por sendos guardapolvos decorados de forma sencilla con bolas.
Toda la
cornisa absidial está recorrida por una corona de canecillos relativamente
pequeños, bastante separados entre sí, bien conservados y con los motivos
habituales del románico rural y por influencia del Camino de Santiago:
elementos geométricos, cabezas humanas de ancho rostro, piñas, conchas y
zoomorfas y otras escenas como una fiera que sujeta un bulto entre sus fauces como si la estuviera devorando.
Cerca de la
entrada a la iglesia y escondidos entre las vigas que sostienen el techo
encontramos dos canecillos, cuando menos curioso, tratándose de un templo
religioso, un hombre y una mujer que exponen sin vergüenza sus órganos sexuales.
En el tramo
sur del presbiterio hay un ventanal que parece algo posterior por su ubicación
y características góticas. Está realizado con sillería de piedra caliza de
tonalidad rosada. Tiene numerosas arquivoltas, un total de seis, muy apuntadas
y abocinadas, con seis columnillas redondeadas acabadas en capiteles que nos
muestran hojas y cabezas humanas, tanto masculinas como femeninas y con
especial atención a los peinados, adornos para el cabello o tocados y barbuquejos.
Al exterior
contemplamos también la espadaña con una sola campana.
La puerta de
ingreso al templo es un modelo románico
elegante y sencillo que se halla en el muro meridional.
Se halla en el centro
de un cuerpo resaltado o arimez, donde se abre un vano apuntado rodeado de
cinco arquivoltas del mismo perfil que alternan las superficies lisas o boceles
con las ajedrezadas, decoradas con el taqueado jaqués, y con escocias que rellenan lo espacios y
formando un esquema de arco del triunfo. No se observa la existencia de
columnas y son las jambas las que realizan la labor sustentadora.
El vano
arquivolteado sobre el arimez determina un espacio a modo de enjuta que aparece
libre de adornos
En el
interior, lo más notable es la altura y la amplitud del recinto con un completo
abovedamiento en piedra: la nave y el presbiterio lo hacen mediante agudas
bóveda de medio cañón, con un doble arco de medio punto apuntado a modo de arco
triunfal que separa presbiterio y nave y con óculo dovelado en su parte superior.
El ábside
cubierto por bóveda de horno o cuarto de esfera posee dos ventanales
abocinados o aspilleras. Los elementos decorativos de los capiteles del
presbiterio, al igual que el resto de la edificación reflejan los típicos temas
románicos: elementos geométricos y vegetales, el águila, la piña o la concha.
En el interior en los muros norte
y sur que rodean las naves vemos ménsulas que sobresalen en tres hileras.
Actualmente se desconoce su función original. Se piensa que se creó para
soportar la estructura de tribunas de madera, que se instalaron para acomodar a
más personas.
A ambos lados
del presbiterio, vemos sendos huecos decorados con hojas de sierra. Son
credencias, que se utilizaban para realizar otros rituales, en concreto, para
guardar objetos eucarísticos para la
liturgia.
También en el interior
de la iglesia destacan como elemento reseñable unas pinturas de color rojo y ubicadas
a lo largo del todo el perímetro de los muros del templo. Se trata de doce
cruces patada medievales de consagración.
Fueron pintadas
en un complejo rito para consagrar los nuevos templos. Rito que era celebrado
por el obispo. Después de llevar las reliquias de un santo, se hacían tres
rondas procesionales a su alrededor, después de lo cual se arrojaba agua
bendita sobre las paredes e invocando protección para el nuevo templo. Luego
iban al interior, donde, entre otros rituales, pintaban unas cruces a modo de
protección. Por lo general, se pintaban doce, en honor a los apóstoles, y se
encendía una vela sobre ellos. Este ritual no se realizaba en todas las
iglesias, de hecho sólo se conocen dos iglesias en Álava que seguían este
ritual medieval: la ermita de Ayala y la de San Martín de Tours en Arbulu.
La
ermita albergó durante siglos en su interior la escultura sedente de la Virgen
y el Niño,
conocida como Virgen de Ayala. Es de un
estilo gótico pleno y data del siglo XIV. Se trata de la habitual imagen
de madera de tipo Andra Mari, donde la Virgen María, coronada, aparece
sonriente, llevando una flor en la mano derecha y sujetando al Niño Jesús con
la izquierda. Éste aparece con el libro de la Vida y en actitud de bendecir.
A día de hoy
una réplica ocupa su lugar, y el original se custodia en la iglesia parroquial de
Alegría, iglesia de San Blas, para evitar un posible robo.
El
pórtico de Nuestra Señora de Ayala
Estos espacios porticados
adosados a las iglesias como si fuesen una parte de los claustros adosados a
las grandes construcciones con arquerías alrededor del patio central, adquieren
carta de naturaleza en la España románica y aunque su existencia debió ser
habitual en los siglos XII y XIII, su existencia y permanencia se ha visto
reducida en la actualidad pues han sido sistemáticamente destruidas o
modificadas, bien por razones de ruina, ya que son estructuras delicadas y
frágiles, o por cambios en la morfología de los templos a lo largo de siglos. A
pesar de ello se conservan, sobre todo en Castilla decenas de ellos en mejor o
peor estado.
Sobre la función de estos
pórticos se ha debatido mucho, pero lo que queda claro es que fueron espacios
multifuncionales: lugar de reuniones y asambleas concejiles, celebración de
juicios, procesiones breves, lugar de refugio para amparar a aquellos
peregrinos que al paso del lugar eran alcanzados por la noche; todo ello sin
descartar su empleo como espacio de penitencia reservado a aquellos pecadores,
que por alguna causa, tenían prohibida la participación en las misas pero que
tenían la obligación de permanecer junto a la iglesia mientras éstas se
celebraban.
En la provincia de Álava, además
de en esta ermita de Ayala, sólo encontramos este tipo de galería porticada en
la iglesia parroquial de San Martín en Arluzea, también de estilo románico, y que presenta un pórtico de ocho arcos, cuatro de los cuales están tapiados.
Lo primero que hay que poner de
manifiesto de este pórtico es su morfología que difiere sustancialmente de sus
vecinas castellanas o navarras, ya que éstas se componen de un podium alto que
soporta pequeñas columnas y arcos también de tamaño moderado. La galería del
Santuario de Ayala, a diferencia de las galerías castellanas carece del podium
que soporta las pequeñas columnas que dan soporte a los arcos de un tamaño
moderado, aquí sin embargo el espacio interior se encuentra comunicado con el
exterior a ras de suelo.
Otro aspecto diferenciador es el enorme
tamaño de sus tres arcos, uno de medio punto, el que está situado hacia el este
y los otros dos apuntados.
Los arcos se apoyan sobre pilares que llevan
columnas adosadas, columnas cuyo fuste no es de una sola pieza, sino formada
por trozos que están empotrados en el muro, formando parte de este (columnas
entregas), al estilo de los soportes interiores de las iglesias románicas.
Lamentablemente la parte alta de este pórtico sufrió la pérdida de los
canecillos y los capiteles de sus columnas.
Por encima del pórtico y en cada uno de
los tramos del muro sur se abre un ventanal de estructura adintelada con ligero
abocinamiento que da luz a la nave, y en el lado oeste se abren dos ventanales
uno de medio punto y sobre él uno adintelado que contribuyen a dar luminosidad
al recinto ya que el muro norte es totalmente ciego.
Los capiteles que se conservan están
tallados en bajorrelieve, abundando las formas vegetales y geométricas bastante
esquematizadas por lo que son de escaso interés escultórico. Uno de ellos
muestra la cabeza de un animal orejudo entre los vástagos de dos grandes hojas.
En el interior de la galería hay una
serie de restos también románicos. Lo más interesante es un capitel con la
cabeza de un animal (quizás un perro) situado entre tallos vegetales, en
parecida disposición al descrito anteriormente del pórtico.